POSTULADOS ANTROPOLÓGICOS PARA RECUPERAR EL FUTURO
• Es necesario complementar el pesimismo de la inteligencia y de la razón crítica con el optimismo de la voluntad: la descarnada comprobación fenomenológica de la realidad no debería paralizar nuestra voluntad transformadora y nuestra vocación para construir un mundo más humano.
• Es necesario interpretar este panorama antropológico como un desafío salvador: el papel de las ideas (de la filosofía, en este caso) no es sólo el de una hermenéutica de los hechos, sino de una anticipación de lo necesario, un borrador heurístico del porvenir (que también es responsabilidad del pensamiento).
• Es necesario recuperar los caminos de la interioridad y de la identidad personal, a través de una revalorización – educativa y social – del espíritu como centro de referencia. Más allá del cultivo de las apariencias, es necesario construir otro territorio: el de los auténticos valores personales, de la sustancial vida interior que presta coherencia existencial a la propia vida.
• Es necesario negociar con las demandas de la realidad, con las imposiciones civilizatorias, con las irrefutables leyes de los mercados de la globalización. Las ofertas no operan sin una demanda (y por eso las demandas o las necesidades también se construyen artificialmente): es necesario imponerse frenos, fijar condiciones, construir focos de resistencia, crear formas alternativas de vida.
• Es necesario re-significar las relaciones: si las relaciones constituyen una secreta trama que en su multiplicidad terminan definiéndome... no debería renunciar a ellas, porque en un yo fragmentado, aislado, incierto, extraño no puedo construirme... pero tampoco puedo hacerlo en el contexto de cruces funcionales de relaciones. Los verdaderos rostros del encuentro intersubjetivo permiten una revalorización antropológica del otro como posibilidad de construcción recíproca y común.
• Es necesario recrear la práctica de la solidaridad, la gratuidad del dar, la sensibilidad ante la demanda ajena: un mundo injusto y desigual puebla las distintas regiones de la macro aldea del nuevo siglo. A las ventanas de los incluidos se asoman – con rostros diversos – los ejércitos de los excluidos. No hay que esperar nada a cambio, es un gesto generoso que se abre a los otros y atiende a las situaciones de orfandad, de miseria, de desesperación, de sufrimiento, de hundimiento, de muerte anunciada... La recompensa es la posibilidad de ser: se trata de la máxima recompensa, la que nos permite constituir el yo, consolidar nuestro ser, superar la natural saturación de una sociedad opresora y alienante.
• Es necesario poner un freno personal y social a los consumos irracionales y desenfrenados que nos conducen a nuestra destrucción. Se trata de un llamado al uso de la razón para no atentar contra los que no tienen (pero también sueñan con esa misma forma de vida) y para generar el auto exterminio. La ausencia de límite concluye en la anulación de las propias demandas de conservación personal (y social).
• Es necesario crear las condiciones para la distribución equitativa de los recursos. No es una cuestión económica, sino una demanda antropológica. La humanidad ha llegado – como anunciaba Marcusse – a la edad de la abundancia... es oportuno demandar la participación de los más en el minúsculo banquete de los menos. Es verdad que se ha llegado al “fin de la historia” (Fukuyama) pero para que sea inequívoca, este fin debería ser vivido por todos como una coronación del esfuerzo humano (no como un trofeo de un equipo ganador sobre los numerosos equipos eliminados del torneo).
• Es necesario redescubrir el valor del trabajo como factor humanizante, antropológicamente constitutivo. Se trata se crear nuevas condiciones y relaciones laborales en las que el hacer refuercen el ser y acompañen su constitución y su configuración.
• Es necesario construir los lenguajes necesario para interpretar y decodificar los fenómenos de nuestro tiempo. Es la única manera de construir mensajes, de anunciar y generar tiempos nuevos, de crear condiciones humanas y humanizadoras inéditas. La palabra establece los límites del mundo, determina los ámbitos de significación: si las realidad no tienen nombre o sin con los nombres ya no designamos unívocamente las cosas, los mensajes naufragan.
• Es necesario descubrir el rostro de los interlocutores que nos rodean para leer en ellos el impacto de las palabras. La educación, la política, los medios de comunicación, los mensajes religiosos no pueden pronunciar mensajes neutros y asépticos confiados en el poder sus significados, sino que deben encontrar rostros que entienden, aceptan, disienten, ignoran, niegan o se suman a un proyecto compartido.
• Es necesario asumir el compromiso transformador que se fortalece en el encuentro dialécticos de las ideas y de la acción. Crear las condiciones para imaginar realidades distintas y predefinir los pasos para su efectiva realización.
• Es necesario fortalecer la esperanza. No se trata de ingenuidad o de ceguera, sino de un sano realismo abierto a lo posible, a un futuro distinto del que nos asumimos como constructores solidarios y responsables.- Transformar en estructuras los fragmentos, las rupturas, las incertidumbres porque esos son los materiales con que debe edificarse un porvenir cargado de humanidad.
• Es necesario aprender a resistir, como una manera de supervivencia antropológica. Se trata de un naufragio: la resistencia nos permite seguir aferrados a la tabla que nos sostiene y sentir que estamos pisando ya la playa salvadora.
• Es necesario complementar el pesimismo de la inteligencia y de la razón crítica con el optimismo de la voluntad: la descarnada comprobación fenomenológica de la realidad no debería paralizar nuestra voluntad transformadora y nuestra vocación para construir un mundo más humano.
• Es necesario interpretar este panorama antropológico como un desafío salvador: el papel de las ideas (de la filosofía, en este caso) no es sólo el de una hermenéutica de los hechos, sino de una anticipación de lo necesario, un borrador heurístico del porvenir (que también es responsabilidad del pensamiento).
• Es necesario recuperar los caminos de la interioridad y de la identidad personal, a través de una revalorización – educativa y social – del espíritu como centro de referencia. Más allá del cultivo de las apariencias, es necesario construir otro territorio: el de los auténticos valores personales, de la sustancial vida interior que presta coherencia existencial a la propia vida.
• Es necesario negociar con las demandas de la realidad, con las imposiciones civilizatorias, con las irrefutables leyes de los mercados de la globalización. Las ofertas no operan sin una demanda (y por eso las demandas o las necesidades también se construyen artificialmente): es necesario imponerse frenos, fijar condiciones, construir focos de resistencia, crear formas alternativas de vida.
• Es necesario re-significar las relaciones: si las relaciones constituyen una secreta trama que en su multiplicidad terminan definiéndome... no debería renunciar a ellas, porque en un yo fragmentado, aislado, incierto, extraño no puedo construirme... pero tampoco puedo hacerlo en el contexto de cruces funcionales de relaciones. Los verdaderos rostros del encuentro intersubjetivo permiten una revalorización antropológica del otro como posibilidad de construcción recíproca y común.
• Es necesario recrear la práctica de la solidaridad, la gratuidad del dar, la sensibilidad ante la demanda ajena: un mundo injusto y desigual puebla las distintas regiones de la macro aldea del nuevo siglo. A las ventanas de los incluidos se asoman – con rostros diversos – los ejércitos de los excluidos. No hay que esperar nada a cambio, es un gesto generoso que se abre a los otros y atiende a las situaciones de orfandad, de miseria, de desesperación, de sufrimiento, de hundimiento, de muerte anunciada... La recompensa es la posibilidad de ser: se trata de la máxima recompensa, la que nos permite constituir el yo, consolidar nuestro ser, superar la natural saturación de una sociedad opresora y alienante.
• Es necesario poner un freno personal y social a los consumos irracionales y desenfrenados que nos conducen a nuestra destrucción. Se trata de un llamado al uso de la razón para no atentar contra los que no tienen (pero también sueñan con esa misma forma de vida) y para generar el auto exterminio. La ausencia de límite concluye en la anulación de las propias demandas de conservación personal (y social).
• Es necesario crear las condiciones para la distribución equitativa de los recursos. No es una cuestión económica, sino una demanda antropológica. La humanidad ha llegado – como anunciaba Marcusse – a la edad de la abundancia... es oportuno demandar la participación de los más en el minúsculo banquete de los menos. Es verdad que se ha llegado al “fin de la historia” (Fukuyama) pero para que sea inequívoca, este fin debería ser vivido por todos como una coronación del esfuerzo humano (no como un trofeo de un equipo ganador sobre los numerosos equipos eliminados del torneo).
• Es necesario redescubrir el valor del trabajo como factor humanizante, antropológicamente constitutivo. Se trata se crear nuevas condiciones y relaciones laborales en las que el hacer refuercen el ser y acompañen su constitución y su configuración.
• Es necesario construir los lenguajes necesario para interpretar y decodificar los fenómenos de nuestro tiempo. Es la única manera de construir mensajes, de anunciar y generar tiempos nuevos, de crear condiciones humanas y humanizadoras inéditas. La palabra establece los límites del mundo, determina los ámbitos de significación: si las realidad no tienen nombre o sin con los nombres ya no designamos unívocamente las cosas, los mensajes naufragan.
• Es necesario descubrir el rostro de los interlocutores que nos rodean para leer en ellos el impacto de las palabras. La educación, la política, los medios de comunicación, los mensajes religiosos no pueden pronunciar mensajes neutros y asépticos confiados en el poder sus significados, sino que deben encontrar rostros que entienden, aceptan, disienten, ignoran, niegan o se suman a un proyecto compartido.
• Es necesario asumir el compromiso transformador que se fortalece en el encuentro dialécticos de las ideas y de la acción. Crear las condiciones para imaginar realidades distintas y predefinir los pasos para su efectiva realización.
• Es necesario fortalecer la esperanza. No se trata de ingenuidad o de ceguera, sino de un sano realismo abierto a lo posible, a un futuro distinto del que nos asumimos como constructores solidarios y responsables.- Transformar en estructuras los fragmentos, las rupturas, las incertidumbres porque esos son los materiales con que debe edificarse un porvenir cargado de humanidad.
• Es necesario aprender a resistir, como una manera de supervivencia antropológica. Se trata de un naufragio: la resistencia nos permite seguir aferrados a la tabla que nos sostiene y sentir que estamos pisando ya la playa salvadora.
2 comentarios:
guau
Ese GUAU de espanto, de aprobación o de debate? Un saludo para vos POLI
JORGE
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