viernes, febrero 20, 2009

132. ELOISA Y ABELARDO, ESE AMOR

ABELARDO confiesa haber planeado seducir a Eloísa de antemano, y ella afirma orgullosa haber atraído a este hombre que tenía una atracción irresistible para las mujeres, que se podía atribuir a su talento como compositor de canciones de amor, una arista de sus muchos talentos. "¿Qué rey o filósofo podía competir en fama contigo? ¿Qué región, ciudad o aldea no tenía ansias de verte? ¿Quién no se precipitaba a verte cuando aparecías en público, o quién, puesto de puntillas, no te seguía mirando cuando marchabas? ¿Qué casada no ardía en deseos del ausente y se quemaba con tu presencia? ¿Qué reina o gran mujer no envidiaría mis placeres y mi cama? Tenías -he de confesarlo- dos cualidades especiales que podían deslumbrar al instante el corazón de cualquier mujer: la gracia de hacer versos y de cantar, cosa que no vemos floreciera en otros filósofos. Compusiste muchos poemas amatorios por su ritmo y medida, como simple diversión a tu profesión de filósofo. Pronto consiguieron la popularidad, merced al embrujo de sus palabras y melodías. Se oían por todas partes y tu nombre estaba, incesantemente, en labios de todos." (Carta 2)

"Sabes que después de haber concertado nuestro matrimonio y, encontrándote con las monjas en el claustro de Argenteuil, fui a visitarte en secreto cierto día. Y sabes lo que allí mi incontrolada incontinencia hizo contigo en el lugar mismo del refec torio, no teniendo otro lugar donde retirarnos. Sabes, repito, lo desvergonzado de esta acción, tratándose de un lugar tan santo y dedicado a la Santísima Virgen... Sabes, también, que cuando estabas encinta te llevé a mi propia casa, disfrazada con el hábito de monja y que con tal simulación te burlaste irreverentemente de la vida religiosa que ahora profesas... Con golpes y amenazas intenté forzar muchas veces tu consentimiento -pues eras por naturaleza más débil- aun cuando tú no querías y te resistías con todas tus fuerzas y tratabas de disuadirme. Tanto era el fuego de la pasión que me unía a ti que antepuse a Dios y a mí mismo todas aquellas miserables y obscenosísimas pasiones, cuyo solo nombre me avergüenza." (Carta 5)

"Por mi parte, he de confesar que aquellos placeres de los amantes -que yo compartí con ellos- me fueron tan dulces que ni me desagradan ni pueden borrarse de mi memoria. Adondequiera que miro siempre se presentan ante mis ojos con sus vanos deseos. Ni siquiera en sueños dejan de ofrecerme sus fantasías. Durante la misma celebración de la misa -cuando la oración ha de ser más pura- de tal manera acosan mi desdichadísima alma, que giro más en torno a esas torpezas que a la oración. Debería gemir por los pecados cometidos y, sin embargo, suspiro por lo que he perdido. Y no sólo lo que hice, sino que también estáis fijos en mi mente tú y los lugares y el tiempo en que lo hice, hasta el punto de hacerlo todo contigo, sin poder quitaros de encima, ni siquiera durante el sueño. A veces me traicionan mis pensamientos en un movimiento del cuerpo o me delatan en una palabra improvisada. ¡Desdichada de mí...!" (Carta 4)

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