lunes, julio 28, 2008

114. MORAL, CULPA Y CONCIENCIA EN TRES PELICULAS DE WOODY ALLEN:


Un ciclo de cine y filosofia (específicamente "cuestiones éticas") ha permitido utilizar los aportes de estas tres películas con un público adulto que admitiera un debate en torno a las propuestas de cada uno de los guiones y que pudiera ser cruzado con diversos autores y corrientes de pensamiento. El trabajo sobre los guiones (publicados) facilita los debates y las intervenciones. Temas como Dios, culpa, conciencia, moral, ética, responsabilidad, justicia, ley, principios religiosos, autonomia, vigilancia recorren estas películas y la reflexión sobre cada una de ellas.


(01) DELITOS Y FALTAS (1989)

EE.UU., 1989. Director y guión: Woody Allen. Productores: Robert Greenhutt, Jack Rollins y Charles H. Joffe. Fotografía: Sven Nykvist. Montaje: Susan E. Morse. Dirección Artística: Santo Loquasto. Duración: 107 min. Intérpretes: Martin Landau (Judah Rosenthal), Claire Bloom (Miriam Rosenthal), Stephanie Roth (Sharon Rosenthal). Gregg Edelman (Chris), George J. Manos (Fotógrafo), Anjelica Huston (Dolores Paley), Woody Allen (Cliff Stern).

En el film se presentan dos líneas de acción paralelas. En una de ellas, Judah Rosenthal (Martín Landau), un prestigioso oftalmólogo, casado y con dos hijos, se efrenta a una delicada relación adúltera. Su amante es Dolores Paley (Anjelica Huston), una azafata de vuelo, con la que mantuvo una agradable historia de amor que ahora se ha convertido en un infierno. Siempre al borde de un ataque de histeria, Dolores exige a Judah que abandone a su esposa y se vaya a vivir con ella. Dolores llega a extorsionarle con destapar cierto escándalo por el uso fraudulento que hizo de ciertos fondos del hospital en el que trabaja. El oftalmólogo, para liberarse del doble escándalo (conyugal y profesional) acude a su hermano Jack (Jerry Orbach) que acabará por “arreglar” las cosas, en un acto que Allen trata con mucho pudor pues nunca lo llegamos a ver hasta que ya está consumado.
Por otro lado tenemos una historia más cercana a Manhattan (Idem. Woody Allen, 1979) o Annie Hall (Idem. Woody Allen, 1977), nos encontramos con Cliff Stern (Woody Allen), un productor de documentales de escaso éxito, con un dificultades en su matrimonio y que se ha autoimpuesto la tarea de educar a su sobrina en las cosas importantes de la vida (como por ejemplo, el cine). Inicia una relación (que no pasa de los flirteos) con Halley Reed (Mia Farrow), mientras ruedan un documental centrado en la figura de su cuñado, Lester (Alan Alda). Éste es un productor de comedias de notable éxito que ofrece el trabajo a Cliff, más por ayudar a su hermana que a su cuñado. El hermano de Lester, Ben (Sam Waterston), padece una enfermedad que acabará por dejarlo ciego. Este personaje es, pues, el nexo de unión de las dos tramas ya que Ben también es paciente de Judah.
Pero hay un personaje clave en toda la película, es el doctor Levy. Éste es todo un filósofo, un superviviente del holocausto nazi que pronuncia frases como esta: “en todo momento nos encontramos ante decisiones morales, y nosotros somos la suma de nuestras decisiones; es sólo nuestra capacidad de amar lo que da sentido al universo. Mucha gente encuentra la felicidad en cosas sencillas: la familia, el trabajo...”. Este personaje se convierte en fuente de inspiración para Cliff y Halley por su sabiduría e inquebrantable optimismo. No obstante, el doctor Levy acaba suicidándose de forma inesperada con una lacónica nota: “me voy por la ventana”. Poco más tarde, Cliff, profundamente dañado por lo sucedido dice: “pero si en toda mi vida en Brooklyn no se suicidó nadie porque todo el mundo era infeliz”. La conclusión es clara, sólo los arrogantes, orgullosos y sin escrúpulos, como Judah o Lester, triunfan en la vida (o, al menos, lo tienen más fácil).
El tema de fondo, desde el punto de vista ético, es que si no existe un control superior que vigile y castigue lo que pasa y lo que nos pasa, todo está permitido, todo es posible y no hay control sobre las conductas, sino sólo un esfuerzo personal (absolutamente heroico, formal y kantiano) por el que cada uno construye el buen obrar según sus convicciones y respondiendo únicamente a ellas. Todo esto puede ser deseable pero es poco realista, se asemeja mas a las historias heroicas de las películas, en donde los personajes son verosímiles pero nunca reales.

(02) MACH POINT (2005)

Dirección y guión: Woody Allen.País: Reino Unido.Interpretación: Jonathan Rhys Meyers (Chris Wilton), Matthew Goode (Tom Hewett), Emily Mortimer (Chloe Hewett Wilton), Scarlett Johansson (Nola Rice), Brian Cox (Alec Hewett), Penelope Wilton (Eleanor Hewett), James Nesbitt (Detective Banner), Alexander Armstrong (Sr. Townsend), John Fortune (John), Ewen Bremner (Inspector Dowd).Producción: Letty Aronson, Gareth Wiley y Lucy Darwin.Fotografía: Remi Adefarasin.Montaje: Alisa Lepselter.Diseño de producción: Jim Clay.Vestuario: Jill Taylor.

“El hombre que dijo Prefiero ser afortunado que bueno” tenía una profunda perspectiva de la vida. La gente tiene que reconocer qué parte tan grande de la vida depende de la suerte. Da miedo pensar que sea tanto sobre lo que no tenemos control. Hay momentos de un partido en que la pelota alcanza a pegar en la red y por una décima de segundos puede seguir su trayectoria o bien caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue su trayectoria y ganas, o tal vez no, y pierdes”.
Me gusta recordar - una y otra vez - la repetición de la escena de la cancha de tenis en que se ve ir y venir la pelotita y – en un momento – detenerse en el aire sobre la red… y el anillo robado de una de las víctima que sigue el mismo movimiento, rebota en la protección que hay junto al río, queda suspendido en el aire… y finalmente cae sobre la vereda. Ese anillo puede ser la prueba para condenar… o el recurso para salvar. Se trata de suerte. Y el protagonista de MACHT POINT la tiene.
En la historia el protagonista quiere tenerlos todo: el casamiento ventajoso con una chica de una acomodada familia inglesa y el amor lujurioso y descontrolado por la bella mujer que los tienta. Y el juego parece posible hasta que el embarazo de la segunda y la extorsión le obliga a optar, a decidir: no puede abandonar a su mujer porque perdería todo lo que buscó. Debe eliminar la presencia molesta de su amante. La trama suena posible: arma, visita inesperada, muerte a una vecina para simular el robo, muerte a la mujer molesta. Regresa todo a su lugar y vuelve a la normalidad convencido de que si no lo descubren, no habrá culpa, ni responsabilidad. Aunque la conciencia juega en su interior con algunas fantasmales apariciones, lo cierto es que él puedo llevar adelante una vida normal, especialmente cuando un último detalle (el anillo) le regala la jugada milagrosa y esperada, cayendo al agua y desapareciendo para siempre.
No hay culpa, no hay falta, no hay castigo, no hay conciencia: la vida te regala esas posibilidades, pagar el pasaporte hacia la fortuna y la felicidad a través de actos no lícitos. Es una opción. No hay condena para quien la elige, aunque muchos puedan defender con razón el valor de una vida moralmente buena.


(03) EL SUEÑO DE CASANDRA (2007)

Interpretación: Ewan McGregor (Ian), Colin Farrell (Terry), Tom Wilkinson (Howard), Hayley Atwell (Angela), Sally Hawkins (Kate), John Benfield (padre), Clare Higgins (madre), Ashley Medekwe (Lucy). Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Gareth Wiley. Música: Philip Glass. Fotografía: Vilmos Zsigmond. Montaje: Alisa Lepselter. Diseño de producción: Maria Djurkovic. Vestuario: Jill Taylor.

La película de Woody Allen, “El sueño de Cassandra” es una proyección de sí mismo y de la presencia de la culpa que vuelve a fluir de manera creciente. Hay un momento en el relato en que todo es posible, porque ante los dos hermanos que comparten tiempos y aventuras (entre ellos el barco recién adquirido: CASANDRA) se abre el futuro y que los riesgos puede encontrar en la propuesta que le realiza el tío, hermano de la madre, es una salida tentadora y saludable. Como toda tentación, hay un momento de convencimiento, de auto o mutuo convencimiento, de engaño racional y justificatorio de la conciencia. Ven con tanta claridad los respectivos fines que se proponen (uno salvar un error, el otro hacer posible un negocio que lo saque del trabajo que padece). Pero cuando se traspasa una línea, la delgada línea roja de una acción que no puede regresar atrás, ya no hay retrocesos o anulaciones.
Hay acciones, en la vida, que permite compensaciones, regresos, vuelta atrás, reconciliaciones, disculpas, heridas que se sanan… pero hay otras que no admiten retornos porque la pureza original está perdida: lo hecho, hecho está… y no se puede volver atrás (por ejemplo, una violación o un crimen) Casandra es un barco, símbolo de los sueños de dos hermanos, Ian y Terry, quienes tienen diversos motivos para necesitar mucho dinero y aceptan cometer un crimen como forma de “pagar” los regalos y las ayudas del tío. Ian, parece capaz de todo por su ambición; Terry, en cambio, debe resolver sus problemas deudas con el juego. Los dos hermanos, están interpretados de manera excelente por Ewan McGregor (Ian) y Collin Farell (Terry). Aquí se contraponen dos visiones opuestas de una misma persona. Ian, en un principio parece que es más sensato y más comedido que Terry, un ejemplo a seguir.Pero cuando los hechos se consuman (el crimen, en la noche y a resguardo de cualquier testigo) y el dinero aparece, se acallan los interrogantes de la conciencia, Ian quiere mantener lo hecho y ser fiel a lo acordado y Terry se desbarranca bajo la voz y el peso de la culpa. Los diálogos son los propios de las películas de W. Allen, pareciera que él mismo el que se apropia de los personajes y habla a través de ellos. Terry el chico jugador, desprolijo y malo, es el que más dudas tiene a la hora de matar y el que más se arrepiente después de haberlo hecho. Es decir, aquí se enfrentan dos fuerzas, por un lado, las falsas apariencias y la codicia (Ian) y por otro lado el arrepentimiento y la culpa (Terry).
El tema retoma la culpa después del crimen que se respiraba en “Macht Point”: pero allí el azar jugaba una pasada favorable y tenía la virtud de desplazar el tema de los hechos del campo de la ética al campo de la ley: “si no me descubren no seré culpable”. Aquí - ¿W. Allen arrepentido? – la ley no descubre nada, sino que es la conciencia moral la que intenta llegar con datos a la ley: entregarse a la policía y reconocer los hechos es visto como una forma de expiación. Sin embargo la forma de expiar lo sucedido será totalmente otra. Hay como una lección moral: las culpas se pagan, siempre hay una condena, no se puede salir sin pena ni castigo de una mala acción.
Obvio que “El Jugador” y “Crimen y Castigo” (de Dostoiewski) se respiran – también aquí - en el fondo de una historia que tiene desarrollo y final inesperado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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JORGE Y ASOCIADOS dijo...

GRACIAS!!! TRATO DE VER LA FILOSOFIA DESDE TODOS LOS LUGARES POSIBLES... UN SALUDO!!!

Anónimo dijo...

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