jueves, noviembre 15, 2007

035. ORIGEN DE LA FILOSOFIA Y PENSAMIENTO ANTIGUO

La filosofía surge en la antigua Grecia. Eso no implica concluir que la única manera de pensar y de hacer filosofía sea la griega, pero lo que denominamos “filosofia” tiene un origen determinado en un momento y en un lugar histórico: Grecia y alrededor del siglo VII a. C. El origen de la filosofía ha sido una cuestión controvertida a lo largo de la historia del pensamiento: la filosofía como la forma de pensamiento racional por excelencia representa un tipo de pensamiento que no recurre a la acción de elementos sobrenaturales para explicar la realidad, sino a un lenguaje y a un tipo de razonamiento (lógica) con caracteres específicos.

Los orientales – con culturas con mayor peso histórico – no fueron ajenos a la filosofia, pero si asimilamos la filosofía a un discurso racional entendido como la imposibilidad de recurrir a lo sobrenatural para explicar los fenómenos naturales, y al rechazo de la contradicción, resulta difícilmente sostenible la existencia de una filosofía oriental. Las ciencias que se cultivaban en los pueblos de los que los mismos griegos se nutrieron en los orígenes no tienen una producción tan purificada ni elaborada.
La estructura mítica que caracteriza las explicaciones originales son compartidas por todos los pueblos, con caracteres muy similares (asumen forma de relatos que presentan teo-gonías, antropo-gonías, cosmo-gonías y etio-gonías): un mito es un relato acerca de los orígenes, una narración no una solución a un problema, una creación fantasiosa que satisface a quienes creen en ella. Al mismo tiempo que narra, sitúa al hombre en la realidad, le asigna un papel, una función, un sentido, por lo que adquiere también una función social: hacer inteligible el orden real y social. Pero lo específico del mito es que no apela a la razón sino a la fe, no se construye con parámetros lógicos y racionales sino que recurre a la creación propia de la imaginación. Representa una respuesta satisfactoria para quienes están dispuestos a aceptar el relato y a darlo por válido, no necesariamente por verdadero. La utilidad de la narración sustituye la investigación acerca de su legitimidad, tarea que siempre trata de hacer la filosofia.

Pero es en Grecia – con una estructura de funcionamiento social muy particular, a través de las polis y la creciente presencia de los ciudadanos en ella, participando activamente de su gobierno y de sus leyes – donde el mito lentamente fue dando lugar a la sabiduría, a la filosofía, al discurso racional. Cuando las respuestas míticas asoman como insuficientes, se construyen las respuestas racionales: aunque algunas de estas respuestas pueden asociarse a las ciencias (matemática, astronomía, medida de la tierra), en realidad se trata de un saber más original y fundante que incluye otros conocimientos. No se extrañar que muchos de los que denominamos filósofos manejen conocimientos matemáticos, geométricos y astronómicos, juntos con otros saberes prácticos. Las explicaciones míticas acerca del origen, comunes a todas las civilizaciones, poseen unas características también comunes que contrastan con las características del pensamiento filosófico: el recurso a entidades sobrenaturales para explicar ese origen, y el recurso a una lógica ambivalente, permitiendo que el mismo elemento o recurso explicativo se comporte ya sea como un dios, ya sea como un elemento natural, estarían entre las más significativas. El rechazo de estas características, será propio de la filosofia, considerando, también, que tal rechazo no parece producirse en la llamada filosofía oriental.
El paso del mito al pensamiento racional, el nacimiento de la filosofía significa que la función paradigmática del mito que es de orientación descendente, esto es, el mundo superior explica el mundo inferior, cede su palabra a los primeros filósofos cuya orientación será ascendente, es decir, a semejanza de las fuerzas que operan y son perceptibles en este mundo cotidiano como microcosmos es explicable lo originario y primordial como macrocosmos. No hay lugar ya, aparentemente, para todo ese aparato divino cosmogónico y teogónico, ni para las antropomorfizaciones, combates, amores y arbitrarias uniones explicativos del cosmos. El mito exige una fe ingenua que el filósofo no está dispuesto a concederle. El presente, las realidades existentes, tà ónta, lo que entra dentro del campo de la experiencia humana, cobra una nueva dimensión, que el mito no puede satisfacer. Lo que la fe hacía aparecer como dioses u obra de dioses los presocráticos lo reducen a elementos o causas naturales. Por tanto, hemos de pensar que cuando los presocráticos, sobre todo los primeros, ofrecían sus soluciones basadas, exclusivamente en la razón, constituían un pequeño número de intelectuales, comparado con el global de la población prácticamente analfabeta, la inmensa mayoría los vería como individuos o grupos de personas un tanto peculiares, que además se expresaban utilizando – además de sus exposiciones orales – un tipo de género literario poco atractivo como era la prosa, que no pod`´ia competir con los versos.

Los primeros filósofos se centran en la naturaleza, en el macrocosmos, en su arché o arjé, en el terreno cosmogónico es ocupada por causas naturales, no divinas, que explican "de dónde" y "cómo" ha surgido el cosmos en que estamos inmersos. Pero si se ajusta el análisis y el pensamiento se advierte que la racionalidad implica sólo el uso de la demostración, de la prueba. Como antes el pensamiento – pero no el individual, sino el colectivo - fabrica o reproduce mitos, ahora elabora pruebas, razones. El mito prendía en la mente por el prestigio emotivo de la antigüedad ya que era una tradición inmemorial que no reconocía autores, y por la gracia de su dramatismo antropomórfico. La prueba, en cambio, gana a la mente por su evidencia, es decir, que gana a cada hombre normal en cada instante.
Hay una fuerte tendencia en ver en el mito una etapa provisional, inmadura, infantil del espíritu humano, llamado a ser superado por el lógos filosófico, por el pensamiento lógico, mediante la racionalización y secularización. Pero no se trata necesariamente de una contradicción o de una relación de subordinación jerárquica, en la que frente al logos, el mito irremediablemente cae y desaparece. Mito y lógos son dos formas de pensar con su lenguaje propio, no excluyentes entre sí de forma absoluta, sino que dentro del pensar mítico queda sitio para muchos aspectos lógicos y viceversa.El nacimiento de la filosofia no inhabilita otras formas de acceso a la realidad. La flosofía se asociará a las ciencias en el uso complementario de las pruebas, la lógica y la razón; pero el ser humano también accederá al dominio de la realidad a través del arte (que pone en funcionamiento otro tipo de relación con lo real), a través del ritual convertido en magia y cábala, y a través de la religión que representa una relación mas purificada con lo trascendente.
NORO JORGE EDUARDO

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