El amigo Ernesto con el que compartimos muchas discusiones para arribar a numerosas coincidencias (exceptuada su admitación incondicional por Platero y yo de Juan Ramón Jiménez) me acercó esta atrevida observación: una de las curiosas interpretaciones que se le dan al QUIJOTE de CERVANTES, escrito y publicado en los primeros años del siglo XVII, es la de representar una reacción en contra de la imprenta y de la proliferación de los libros, en un siglo en el que se producía naturalmente cambios en el control del poder cultural.
Es verdad que el QUIJOTE pierde la razón porque se la pasa leyendo libros de caballería “de claro en claro (día) y de turbio en turbio (noche)”, pero es posible que CERVANTES se hiciera eco de las quejas de una cultura que se comenzaba a construir sobre los libros, sobre la lectura, sobre las bibliotecas, sobre la posibilidad de “ensimismarse” leyendo.
A juicio de Cervantes - a caballo entre dos mundos y en el entrechocar de las olas - si la lectura se exageraba se podía caer en una especie de alienación, de construir un mundo alternativo al margen de los real. Si uno lee principalmente las primeras páginas del QUIJOTE, se queda con la denuncia de fondo y sustituye la lectura por las nuevas tecnologías, hoy QUIJOTE sería un usuario compulsivo de la computadora, de Internet, de las relaciones virtuales, de la televisión o de los medios, incapacitado de vivir el mundo real, ajeno a los libros y a la lectura (fuente necesaria de la cultura escolar). Todo cambia, los tiempos cambios y curiosamente nosotros suponemos que aquel dedicarse a los libros – que espantaba a los europeos del siglo XVII – representa el remedio ideal para tanta imagen que azota y enloquece a los Quijotes del siglo XXI...
NORO JORGE EDUARDO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario