martes, septiembre 25, 2007

001. PENSAR PARA CONSTRUIR JUNTOS


(01) Cuando Kant pronuncia la frase: ¡Atrévete a pensar! para definir a la Ilustración del siglo XVIII, instala un mandato, que es un imperativo categórico y no hipotético, establece como tarea moral (y también gnoseológica) del hombre el pensar, pensar-se. Si es un mandato, ello significa que de hecho no todo el mundo piensa, es decir, que el hombre puede (pero no debe) vivir sin pensar y también puede - pero no debe – permitir que otros piensen por él. Estas dos formas de vida - la que desiste de todo pensamiento y la que acepta el tutelaje - son formas de vida incompletas y reprobables éticamente, gnoseológicamente, políticamente. De modo que habría tres clases de hombres (pero también de sistemas, instituciones o sociedades): (1) aquellos que renuncian a pensar, (2) aquellos que sólo piensan por otros (los adiestrados, los sumisos, los temerosos) y (3) aquellos que intentan pensar por sí mismos, esto es, aquellos que comprenden que todos los seres humanos poseen por igual dicha capacidad y que el objeto de la misma, la verdad, no es propiedad de nadie en particular. Verdadero hombre será aquel que libremente decide hacerse cargo de su ser. El pensar por sí mismo no está dado de antemano, es una posibilidad que el hombre debe elegir. Y en eso consiste la verdadera educación. Al ser un imperativo moral y gnoseológico está claro que no es fácil su realización, o dicho de otro modo, es un ideal al que hay que tender para hacerlo posible en dos aspectos: (1) en cuanto a la capacidad intelectual, rescatando el valor de querer pensar por uno mismo y (2) en cuando a la voluntad, la determinación de ser libres. El largo esfuerzo por alcanzar con inteligencia y voluntad ese ideal se llama educación.

(02) Los equipos humanos, los equipos de gestión, los miembros de una institución son actores caracterizado por una irrenunciable capacidad de pensar. Los que piensan siempre buscan razones, y dan razones de lo que son, de sus ideas, de lo que hacen. Son críticos pero saben sumar a sus denuncias sus propuestas, y suman su responsabilidad y su trabajo para cambiar lo dado. Pensamiento que se pregunta el por qué de las cosas, de las indicaciones, de las costumbres, por qué son como son y por qué no pueden ser de otra manera. Sobre todo es un pensamiento atrevido, contagioso y compartido, y cuando son muchos los que piensan – en serio – no hace falta que alguien piense por todos… y hay menos riesgo de equivocarse. Sin embargo no creemos en la expresión de meras palabras, protestas o quejas, porque un pensamiento que no se sume a la acción es un juego de palabras, un discurso vacío. Desde el pensamiento los que piensan movilizan la realidad porque se asumen como responsable de ella.

(03) No hay que tenerle miedo al pensamiento y menos al pensamiento crítico. Para tener un pensamiento crítico hay que pensar, hay que armar de pensamiento a los usuarios, a los agentes, a los funcionarios, a las instituciones y al sistema, despertar y alimentar la capacidad de pensar porque eso aseguraría respuestas creativas, críticas y racionales a las situaciones que se presentan; y en esta dirección es bueno recordar que los que están al frente de las organizaciones - con algún grado de autoridad y responsabilidad - no son los que piensan por todos, sino los que más piensan (que son cosas muy distintas) y tienen por eso mismo la capacidad de articular los conocimientos de todos, construyendo circuitos de consensos y acuerdos. Y pensamos cuando tenemos criterio, cuando manejamos el sentido común, cuando tenemos capacidad de análisis, cuando mediamos en situaciones de conflictos, cuando encontramos una salida o una solución más allá de lo ya sabido o establecido y, sobre todo, cuando sabemos dar razones de lo que comunicamos, ordenamos o controlamos. Pensamos cuando confiamos en los que piensan y no en quienes no lo hacen, porque los que piensan pueden sanamente oponerse a nuestro pensamiento, construir dialécticamente una síntesis mejor. Los que no piensan, tienen el sí fácil, pero empobrecen nuestra gestión porque anulan su propia libertad, autonomía, creatividad. Y en el marco de la calidad total se puede certificar el carácter de “bienpensante” (en el buen sentido del término) que todos deberíamos tener.
NORO JORGE EDUARDO

1 comentario:

lancuyen7@gmail.com dijo...

Me gustan muchos estos textos...breves y claros!
Quería consultarte si me permitis compartirlos en clase con mis alumnos.
Saludos!