Cuando se trata de enseñar filosofia a los que no estudian filosofía, sino a los que tienen en su plan de estudios universitario una cátedra o materia denominada "filosofía", corresponde preguntarse: ¿Que filosofía hay que enseñar? Porque no se trata de disponer de un manual o una colección de recetas combinando autores y textos que utilizamos para todas las ocasiones que se nos presentan.
La filosofía es una, pero la fuente de la cual uno puede nutrirse es abundante, generosa, inagotable. Se trata de pensar en un puente, de construir un puente que conecte el patrimonio, la riqueza de la filosofía disponibles (todo lo que como profesores podemos eneseñar) con la realidad personal y profesional de quienes estudian.
Ese puente es siempre un diálogo que hace hablar a la filosofía y a la realidad, y que con ambas construyen un territorio común en el que el pensamiento se enriquece. Es siempre un puente de doble mano. A veces surge de la palabra o de la presencia de un filósofo y desde allí desembarca en la geografía de la realidad de los estudiantes, y en otras surge de los temas o problemas que se discuten, se estudian o se viven para llegar a los problemas, sistemas, autores o textos de la filosofía.
No hay recetas, sino dinamismo y predisposición para moverse de una a otra orilla, con el necesario atrevimiento y cansancio que conlleva... pero con la certeza de que la filosofía puede hacer pie en la existencia y en la subjetividad de los que se acercan a ellos.
Con los mismos textos y autores no se puede enseñar a los futuros docentes, ingenieros, médicos, especialistas en recursos humanos o biotecnólogos. Con cada uno de ellos, las puertas de apertura de la filosofía se abren para facilitar un ingreso a medida... y luego, todo es posible.
nota = he dejado de aportar post por el bombardeo de SPAM que han llegado a varias de los temas desarrollados, privando a los verdaderos interesados del diálogo que acompaña el disenso y el debate.
La filosofía es una, pero la fuente de la cual uno puede nutrirse es abundante, generosa, inagotable. Se trata de pensar en un puente, de construir un puente que conecte el patrimonio, la riqueza de la filosofía disponibles (todo lo que como profesores podemos eneseñar) con la realidad personal y profesional de quienes estudian.
Ese puente es siempre un diálogo que hace hablar a la filosofía y a la realidad, y que con ambas construyen un territorio común en el que el pensamiento se enriquece. Es siempre un puente de doble mano. A veces surge de la palabra o de la presencia de un filósofo y desde allí desembarca en la geografía de la realidad de los estudiantes, y en otras surge de los temas o problemas que se discuten, se estudian o se viven para llegar a los problemas, sistemas, autores o textos de la filosofía.
No hay recetas, sino dinamismo y predisposición para moverse de una a otra orilla, con el necesario atrevimiento y cansancio que conlleva... pero con la certeza de que la filosofía puede hacer pie en la existencia y en la subjetividad de los que se acercan a ellos.
Con los mismos textos y autores no se puede enseñar a los futuros docentes, ingenieros, médicos, especialistas en recursos humanos o biotecnólogos. Con cada uno de ellos, las puertas de apertura de la filosofía se abren para facilitar un ingreso a medida... y luego, todo es posible.
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