(1) El proceso del conocimiento, la co-relación sujeto – objeto está mediada, en nuestro tiempo, por una serie de elementos tecnológicos que nos ayudan a percibir o se interponen en nuestra percepción: aumentan la capacidad de la visión (precisión, distancia, claridad, distinción) o del oído (volumen, presencia o ausencia, modulación, etc.). Pero al mismo tiempo esos mismos objetos tecnológicos se ponen en el medio, ponen una barrera entre nosotros (como sujetos) y los objetos. Los medios de comunicación, por ejemplo, son medios de conocimiento o – también – medios que alteran o tergiversan nuestra capacidad de conocer. Vemos, escuchamos, pensamos, opinamos lo que los medios nos dicen, nos muestran, ponen en nuestras pantallas o en nuestros oídos. Los acontecimientos sociales son una prueba al respecto: nunca podemos saber si lo sucedido es tal como se nos muestra: una protesta, una manifestación, una intervención violenta, una revolución o una guerra. Los medios nos regalan la “síntesis categorial” que construye el objeto, pero frecuentemente se trata de una síntesis que responde a intereses, ideologías o miradas que nunca son objetivas.
(2) De alguna manera, solamente con una función crítica puedo “saltar el medio” y llegar al objeto y no quedar preso – por comodidad o ignorancia – del medio mismo, que termina por crear, construir el objeto. Frecuentemente la noticia, el tema, el problema es una producción de los medios, que instalan una situación, la desarrollan durante un tiempo y, luego, deciden abandonarla, sustituyéndola por otras. Pero a los espectadores y oyentes les crea la sensación (transformada en certeza) de que algo es verdadero si los medios lo producen, lo exhiben, lo desarrollan. Así, por ejemplo: una denuncia de corrupción, un caso de violación, los detalles de un accidente, los numerosos casos de inseguridad, la confianza o el desprestigio de un gobierno, etc.
(3) Hay una nueva subjetividad instalada especialmente en las nuevas generaciones, que le otorga un valor de certeza y verdad, a la opinión, porque se la considera la “verdad personal”, la propia certeza. No se trata de buscar “verdades”, sino de avanzar por la vida defendiendo las propias opiniones.
(4) Pareciera que los medios que tenemos a nuestro alcance que multiplican nuestro acceso a la información nos obligan a permanecer en los fenómenos y a olvidar al noùmeno, es decir, renunciar a la posibilidad de profundizar la información para convertirla en conocimiento: debe ser lo que dicen, lo que muestran, lo que aparece.
(5) La crisis del lenguaje, el escaso manejo de vocablos y de síntesis, nos deja sin mundos, porque los objetos no pueden ser designados. Todo conocimiento implica incorporar lo conocido, darle una entidad a través de la palabra. Sin las palabras el mundo es más pobre y más limitado. Y esta civilización de las imágenes y los sonidos es una civilización huérfana de palabras.
(6) Abundan los recursos para registrar los objetos del conocimiento, los sustitutos tecnológicos de la memoria (grabadores, filmadoras, máquinas de fotos, celulares, archivos de imágenes, de voz, de música, de información), pero decrecen nuestras capacidades subjetivas para archivar en nosotros mismos, procesar y sistematizar ese aluvión de información. El ejemplo más típico son los viajes: frecuentemente se regresa con una multitud de registros y pocas vivencias de los lugares visitados.
(7) Los nuevos hábitos sociales tecnológicos nos permiten disponer de los archivos personales colgados en la red virtual, accesibles a todos los usuarios con la posibilidad de conocer al otro, su entorno, su familia, sus afectos, su vida, sus viajes…como si fuera alguien que con-vive con nosotros, aunque sea alguien a quien jamás llegaremos a conocer realmente. En este sentido los conocimientos y las relaciones inter-interpersonales virtuales parecen crear en nosotros la certeza de un conocimiento que es una construcción subjetiva y no objetiva.
(8) Frente la unívoca relación sujeto – objeto que presentamos como la relación típica en el conocimiento, las nuevas tecnologías han instalado relaciones multívocas (un sujeto con numerosos objetos), es decir: la capacidad del conocimiento en paralelo: especialmente las jóvenes generaciones pueden leer un texto, escuchar música en un mp3, chatear con varios amigos, mandar mensajes por el celular, y vigilar el trabajo de la computadora que baja algún programa o alguna película.
(9) Es muy probable que toda esta riqueza de medios tecnológicos maravillosos necesite – como en su momento la irrupción del libro impreso en la cultura – la intervención de una institución (como la escuela en el siglo XVI) que ayude a usar, procesar, darle curso a tanta creatividad y abundancia para no quedar náufragos y a la deriva, nuevos “quijotes”, que de tanta tecnología subjetivada terminemos perdiendo la razón, aunque sin darnos cuenta.
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