Cuando hablamos de teoría (theoría) estamos refiriéndonos a la contemplación, al estudio, al análisis, a la reflexión. Un conocimiento es teórico cuando se despoja de cualquier interés, no interviene en la realidad y sólo se limita a saber acerca de algo, a analizarlo, a interpretarlo, a dar cuenta de su estructura,
Cuando hablamos de “praxis”, aludimos a la acción, a la intervención en lo real, al saber interesando en la transformación de lo dado. Un pensamiento asociado a la praxis intenta modificar la realidad, la sociedad, en entorno, la vida, la propia existencia, las relaciones, la educación, la política: es decir todo lo que admite una intervención de las ideas.
La filosofía – según las diversas corrientes – se acentúa una u otra dimensión. Para Aristóteles el conocimiento debía ser “theoría”; para Marx debía ser “praxis”. Pero la concepción actual de la filosofía trabaja los dos aspectos, como las caras necesarias de una misma moneda: teoría y praxis: ambas se alimentan y se necesitan.
La filosofía es algo dado. Encontramos nombres, textos, autores, problemas, sistemas, escuelas, métodos, demostraciones, argumentaciones, alegatos. Pero es sobre todo algo que se construye a partir de lo que encontramos. El patrimonio, la riqueza, el tesoro de la filosofia dialoga con nuestra realidad, con nuestra vida, con nuestro pensamiento. La filosofía dada llega a nuestras manos como un material que requiere nuestra elaboración. Tal vez no seamos filósofos ni autores destacados, sino simples usuarios del filosofar que alimentamos nuestro pensamiento con el pensamiento de otros, pero con la íntima convicción de que lo que interesa es nuestro propio pensamiento, ya que nadie puede pensar por nosotros.
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