miércoles, julio 02, 2008

106. CONTRATOS SOCIALES, VIGENCIA Y RUPTURA


"Cada hombre es enemigo de cada hombre; los hombres viven sin otra seguridad que sus propias fuerzas y su propio ingenio debe proveerlos de lo necesario. En tal condición no hay lugar para la industria, pues sus productos son inciertos; y, por tanto, no se cultiva la tierra, ni se navega, ni se usan las mercancías que puedan importarse por mar, ni hay cómodos edificios, ni instrumentos para mover aquellas cosas que requieran gran fuerza o conocimiento de la faz de la tierra ni medida del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor que nada, hay un constante temor y peligro de muerte violenta, y la vida del hombre es solitaria, pobre, grosera, brutal y mezquina". (HOBBES)

La libertad de cada cual - desprovista de cualquier control – se usa para el propio poder, en la forma que quiera, para la preservación de la propia naturaleza, es decir la propia vida, y es entendida – de manera absoluta - como “la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que, a menudo, pueden quitarle a un hombre parte de su poder para hacer lo que quisiera, pero que no le impiden usar su poder que le quede, según los dictados de su juicio y su razón”.


Pero para que la sociedad y la convivencia sean posible “un hombre debe estar deseoso, cuando los otros lo están también, y a fin de conseguir la paz y la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no hacer uso de su derecho a todo, y de contentarse con tanta libertad en su relación con los otros hombres, como la que él permitiría a los otros en su trato con él”.
Para asegurar la paz y seguridad entre los hombres es necesario establecer entre ellos un contrato ( “la transferencia mutua de un derecho”) y transferir al Estado los derechos que, de ser conservados y ejercidos de manera plena por cada uno, obstaculizarían la paz de la humanidad.

En tiempos de crisis - cuando las ideas y las costumbres prescriben - los pactos sociales se quiebran, los contratos pierden vigencia... y no es extraño que frente a una multitud de signatarios confiados de presuntos contratos vigentes se alcen numerosos individuos que no subscriben el contrato, que lo desconocen, que lo vulneran, que optan por un cierto retorno a la barbarie original. Frente a esta situación la libertad de los que han cedido sus derechos ante el poder común queda definitivamente amenazada, inerme, ajena a toda protección... y es difícil reconstituir o rearmar el tejido social.

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