martes, abril 01, 2008

076. LOS INICIOS DE LA MODERNIDAD


¿Qué es lo que acaece en el siglo XIV y en el siglo XV para que se produzcan profundos cambios en la sociedad, en el conocimiento, en la filosofía? La posibilidad de recuperar el patrimonio de la antigüedad no es una cuestión de obras y contenidos – que ya habían sido recuperados en los siglos precedentes – sino sobre todo hay una recuperación del espíritu de la producción del saber de la antigüedad, actitud que el Medioevo había perdido o acallado. Tomamos algunas ideas presentadas por una curiosa historia de las matemáticas de GUEDJ Denis (2001: 187)[1]:¿Por qué en Grecia y no en otro sitio se dio el florecer de la filosofía y las ciencias? Porque los pensadores griegos tuvieron una vida y un manejo del conocimiento muy especial. ¿Quiénes eran?¿qué hacían de sus vidas? ¿Qué lugar ocupaban en la sociedad? No eran esclavos, ni funcionarios del Estado como los matemáticos calculadores o los escribas de Babilonia, no pertenecían a la casta de los sacerdotes, como propietarios y administradores del conocimiento, la escritura y el cálculo. Los pensadores griegos no tenían que rendir cuenta ante ninguna autoridad: no había rey, sacerdote, doctrina o referente externo que decidiera la índole o la verdad de su trabajo, imponiéndoles límites, temas o censuras. Los pensadores griegos eran hombres libres. Pero había un costo, porque la libertad conlleva compromisos: debían defender sus puntos de vista ante sus iguales. Aunque pertenecientes a diversas escuelas esos pensadores trabajaban en soledad, lo cual es una posición social inédita. Se afirmaban como individuos haciendo uso de su libertad de pensamiento, planteando tesis, desarrollando teorías. Eran necesariamente responsables de sus productos, porque no debían obedecer ni responder a una autoridad en particular, sino ante cualquier persona que, disfrutando del mismo derecho a la libertad, los podía criticar, interrogar, replicar o contradecir. Eran semejantes a sus conciudadanos en el aspecto político, pero en el campo de las ideas eran los ciudadanos del pensamiento. En las ciudades – Estado el derecho de los ciudadanos a expresar sus ideas y discutir en las Asambleas estaba consagrado… y eso se trasladó a las ciencias y a la filosofía. Tanto la Academia como el Liceo, y Alejandría con su museo y su biblioteca eran ámbitos de discusión, de producción de un saber abierto al disenso, a la construcción crítica. Era necesario afinar los argumentos, las demostraciones, las razones. Pretendían convencer de manera absoluta: no se trata de mostrar, de imponer, de comunicar, sino de demostrar, de comprobar, de convencer.
Eso es lo que recupera la práctica de la ciencia y de la filosofia a partir del renacimiento. Aunque las autoridades religiosas siguieran pretendiendo imponer sus mandatos y sus dogmas, el saber adquirió una fuerza propia. A pesar de las persecuciones, las amenazas y las condenas, los pensadores y los hombres de ciencias no pudieron renunciar a la libertad, al progreso inagotable de las ideas. Y pretendían que esas producciones en el silencio de sus gabinetes y escritorios se trasladara al territorio de los iguales, de los otros hombres de ciencia que estaban investigando temas análogos… o a los hombres cultos (mecenas, hombres poderosos) interesados en conocer todos los avances de la cultura. Hay otra relación con el saber en KEPLER, en BRUNO, en GALILEO, en CAMPANELLA, en DESCARTES: sus libros derraman atrevimiento y se escriben para lograr el asentimiento de los lectores o los antagonistas en el campo de las ideas. No son ya los tratados medievales – Sumas, Sentencias, Comentarios – que se imponían por la fuerza de la arquitectura, el rigor de los silogismos y el peso de la autoridad. Se trata de otros productos, de otros libros, de otra filosofía.
Hay una interesante lección del pasado para nuestro presente: la libertad, el espíritu crítico, la lucha entre iguales, las discusiones, los debates son los verdaderos acicates de la ciencia y de la filosofia. Cuanto más libres seamos y mas sometamos a discusión lo que pensamos y producimos mas permitiremos el avance del conocimiento. Filosofia y ciencia sometidas a vigilancia y control implica frenar su auténtico desarrollo.
[1] GUEDJ Denis (2001), El teorema del loro. Novela para aprender matemáticas. Barcelona. Ediciones Anagrama

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