lunes, octubre 08, 2007

010. IDENTIDAD CULTURAL, LENGUAJE, EDUCACION

01. El dinamismo propio de la cultura pide el soporte de una educación que contribuya a su sistemática transmisión. La educación se asocia a la transmisión por impregnación, lo natural con lo construido, lo asistemático con lo formal. No hay identidad cultural sin identidad educativa que se asocie para sostenerla y asegurarle continuidad.

02. Pero, ¿puede haber identidad cultural, si negociamos al mejor postor el modelo educación que asumimos? La educación parece ajena a las identidades culturales: el peso de las demandas globales ha desplazado el valor de las demandas regionales y las cosmovisiones identitarias. No es extraño entonces que representemos la contracara de los orígenes del sistema educativo: entonces, la educación operó como una constructora de identidad y nacionalidad; hoy la educación no hace más que aplicar fórmulas exitosas o vulgarizadas de otras latitudes. No nos ganamos un lugar en el mundo por ser lo que somos (conscientes de tales) sino que somos en la medida en que formamos parte de un mundo que proclama la homogeneidad y rechaza la heterogeneidad, la diversidad, la identidad.

03. La educación tironeada - acorde a su historia – aparece tironeada por dos vertientes: la fidelidad al tiempo (la época en que vivimos, el ritmo de la historia) o la fidelidad al espacio (el lugar en el que nacemos y el mundo que construimos).y sometida al eterno juegos de antinomias: tradición / innovación, tecnología / artesanía; regional / global; vecinos y ciudadanos / consumidores; nativos / migrantes; idioma nacional / lenguas universales; valores / modas; permanente / efímero; verdades / simulacros.

04. La identidad se construye también a partir de la designación, de las palabras. Y las prácticas educativas han quedado huérfanas de palabra, han renunciado al lenguaje. Sin palabras no hay mundo, no hay designación de entes, de cosas. Sin palabras no se pueden construir, modular, transmitir ideas. Y cuando no hay palabras emerge el grito, la redundancia, la violencia de los gestos, las frases hechas, las imposiciones. La ausencia de palabras construye asimetrías entre el que sabe hablar y el que no se sabe expresar, entre el que habla y el que solamente escucha, entre el que construye los discursos y el que los repite, entre el que manda porque sabe y el que sólo debe obedecer y callar porque no sabe. Hay un problema de cantidad (número de palabras), de calidad (pobreza de vocablos o sinonimia), de modulación, de escritura, de reconocimiento de código.

05. Particularmente el universo escolar se ha vuelto refractario a la palabra: no se reconoce, no escucha la palabra del otro (maestro, directivo, compañero, padres). Se desvaloriza la palabra del otro (porque no sabe, porque no se sabe expresar, porque repite lo mismo, porque no tiene autoridad, porque se mete en mi vida, porque me inoportuna). Pero se desvaloriza la propia palabra: no hablo, no escribo porque tengo miedo a equivocarme, saber expresarme, no tener ideas, generar burlas o rechazos. Las clases se vuelven monólogos autistas o multiplicación caótica de diálogos cruzados. Se ha perdido la capacidad de construir la polifonía de un discurso único con muchos hablantes habilitados: el maestro, el profesor, el director, la autoridad, los alumnos (cada uno de ellos, con sus caracteres y sus capacidades).

06. Sólo el ejercicio de la palabra libera (Freire), porque la palabra libera el interior. “Habla corazón, por en palabras tu dolor. Si no lo haces vas a estallar en mil pedazos” (Hamlet). El que habla se libera y libera sus ideas, sus proyectos, sus propuestas. Se constituye en sujeto en la medida en que su subjetividad puede hacerse objetiva: se muestra, se exhibe, se da a conocer (es lo que pienso, es lo que siento, es lo que quiero). Pero también se constituye en un ser social, porque la palabra es ínter subjetiva. Y se convierte en un ser político, porque el ciudadanos es el que sabe hablar, denunciar, demandar, pedir, criticar, proponer, elegir, controlar. Si se renuncia a la palabra se pierden todos estos registros. Por eso la historia de los pueblos permite reconocer tiempos en que las palabras están habilitadas para la construcción democrática de las identidades y tiempos en que las palabras están censuradas porque hay un discurso único y hegemónico que piensa y construye (o destruye) por todos.

07. En todo esto hay algo de la educación como civilización y contra la barbarie, propia del siglo de las luces y de los escritos de Sarmiento y Alberdi (salvados los criticables criterios de inclusión y de exclusión que formularon). Cuando alguien no se educa (porque no recibe educación, no aprovecha la que le brindan o recibe una pésima educación) pierde las posibilidades de ser él (sujeto), de ser con los otros (intersibjetividad, relaciones, sociedad) y de ser con todos (nación, ser político). Y cuando un docente no ejerce su rol como debe, priva a sus alumnos de estas tres funciones vitales, porque quien no logra esto no ejerce el rango de ser humano, más allá de que ontológicamente lo sea.

08. Educar en la palabra implica desencadenar procesos de lectura, de escritura, de escucha y de emisión de discursos: saber leer, escribir, escuchar y hablar. Son procedimientos acompañados de actitudes que se respaldas en conocimientos. Hablo porque quiero y porque sé. Escribo porque tengo cosas para decir y porque he aprendido a hacerlo.

09. Es necesario salir a la búsqueda de la palabra, del empalabramiento (DUCH) Palabras plenas de sentido, de significados, de referencias, de acepciones. Es necesario construir en cada sujeto diccionarios que operen desde el interior: recursos a la mano para reconocer y nombrar. El hombre se vuelve pastor del ser (HEIDEGGER) porque opera como “pastor de la palabra”, las cuida, las alimenta, sale a buscarlas cuando se pierde, las convierte en su rebaño simbólico.

10. ¿Qué palabra? ¿Qué lenguaje? Todas, todo: “nada de lo humano puede considerarse ajeno”. Pero esa universalidad dialoga con el sentido de la ubicación y el criterio. En cada momento, el lenguaje necesario, oportuno, efectivo. Para comunicarme, para demandar, para amar, para gritar, para rezar, para enseñar, para explicar, la informar, para defenderme, para convencer. El sentido de la oportunidad y la fuerza del lenguaje. No es sólo el lenguaje culto, pero tampoco es siempre la jerga socialmente desvalorizada. Esa es la tarea de la escuela: lograr en los alumnos el proceso subjetivo de clasificación y de ubicación de los vocablos y de las expresiones. Es Borges y es Soriano, es Cervantes y es Neruda, es Cortázar y el Fontanarrosa, es el lenguaje formal de los académicos y el informal y desenfadado de los momentos de diversión, el ceremonioso, acartonado y distante, y el confianzudo y cercano, el de los exámenes y el de los recreos, el refinado y el tosco. De lo que se trata es de encontrar para cada momento y lugar (situación de hablar) la palabra justa que facilita la comunicación sin desacreditar al hablante.

Ardua tarea le aguarda a la educación y a la escuela en los inicios de un siglo que debe procesar de manera vertiginosa demasiados cambios, en tiempos que amenazan con dejarnos huérfanos y abandonados en un mundo demasiado grande e inseguro.
NORO JORGE EDUARDO
FERIA DEL LIBRO

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