lunes, julio 27, 2009

157. PRESENTE SIN HISTORIA

En los tiempos que corren – con la ruptura de la modernidad – se vive un eterno presente, que ha clausurado el pasado y que por ello mismo no puede pensarse en proyección hacia el futuro: es el mundo que congela y eterniza el presente. Especialmente las jóvenes generaciones –envueltos en consumos y tecnologías – renuncian a la historia y renuncia a proyectarse en el futuro: hay que vivir intensamente el hoy. De nada sirve añorar o lamentar lo que fue. No tiene sentido pensar lo que no sabemos si va a venir. No hay historia: sin percepción del paso del tiempo, no hay historia. Y para ello es necesario que los sonidos, las imágenes, las relaciones, los placeres, los deseos, las satisfacciones nos envuelvan plenamente y nos impidan pensar: sólo se trata de vivir plenamente, al tope, sin gozar, de disfrutar. No hay otra vida (de repuesto), no hay otra vida (futura): no hay que perder el tiempo, hay que ignorarlo.
La posmodernidad corta el concepto de historia como progreso ascendente e indefinido. Es cierto modo la historia ha finalizado porque estamos viviendo (con el capitalismo neoliberal) el mejor de los mundos posibles (la muy discutida crisis de FUKUYAMA) o bien, para “progresar como progresamos” (guerras, destrucción, ecología, probreza, exclusión) mejor que la historia se frene…

viernes, julio 17, 2009

156. ROTH + ANIMAL MORIBUNDO


El hombre que envejece es también un animal moribundo, alguien que sabe con certeza que está más cercano de la muerte, pero que no quiere renunciar a todos los llamados de la vida que golpea con la misma fuerza, la misma pasión de siempre. Hay como una lucha interior entre el hombre que fue y el hombre que es, entre las fuerzas de siempre y el declinar de las posibilidades. Es un juego maravilloso al que sólo algunos se atreven. PHILIP ROTH a través de las confesiones del profesor que ha quedado definitivamente enamorado de la joven alumna CONSUELO y de un historia mínima, su micro-historia se permite desarrollar una serie de temas y problemas propios de la antropología de nuestros días, tiempo en que caen las certezas y se vuelven líquidas las convicciones.

TITULO = “¿No fue Yeats quien lo dijo? «Con-sume mi corazón; enfermo de deseo / Y atado a un animal moribundo / No sabe lo que es.» Yeats. Sí. «Prendido en esa música sensual», y así sucesivamente.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)


RELACIONES LIQUIDAS = “Elena es oftalmóloga, ¿sabes? Ascendió desde el fondo de la clase obrera gracias a una perseverancia inmensa. «La vida te desconcierta», me dijo, «te conviertes en una persona que se protege mucho a sí misma y te dices: "A hacer puñetas". Es una pena, pero pierdes los ánimos. Algunos de esos hombres son más atractivos que la media. Educados. La mayoría de ellos se ganan bien la vida, pero nunca me atraen. ¿Por qué resultan tan aburridos? Tal vez me aburran porque yo soy aburrida». Y siguió contándome: «Los tipos van a buscarte en buenos coches. BMW, por ejemplo. Música clásica durante el trayecto. Te llevan a restaurantes pequeños y agradables, y yo me paso la mayor parte del tiempo ahí sentada, pensando: "Por favor, Señor, tengo ganas de irme a casa". Quiero hijos, quiero una familia, quiero un hogar, pero aunque tengo los recursos emocionales y físicos necesarios para pasarme seis, siete u ocho horas en pie en la sala de operaciones, ya no los tengo para esta humillación. Por lo me nos, algunos de ellos me encuentran impresionante». «¿Por qué no habrían de hacerlo? Eres especialista de la retina. Eres cirujano ocular. Evitas que la gente se quede ciega.» «Lo sé. Me refiero a ser rechazada de plano», replicó ella. «No estoy hecha para eso.» «Nadie lo está», le dije, pero eso no pareció ayudarla. «Lo he intentado razonablemente», me dijo, un poco llorosa, «¿no es cierto, David? Diecinueve citas». «Dios mío, incluso más que razonablemente», respondí.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

AMOR Y JUEGOS DE PODERES = “Verás, creo que Consuelo percibió en mí una versión, a la que ella podía poseer, del refinamiento de su familia, de ese pasado aristocrático irrecuperable que es más o menos mítico para ella. Un hombre de mundo. Una autoridad del mundo cultural. Su profesor. Es cierto que a la mayoría de la gente le horroriza la diferencia de edad, pero eso es precisamente lo que atrae a Consuelo. La rareza erótica es lo único que denota la mayoría de la gente, y lo denotan como repugnancia, como una farsa repugnante. Pero mi edad tiene una gran importancia para Consuelo. Estas muchachas no se relacionan con viejos caballeros a pesar de la edad, sino que se sienten atraídas por la edad, lo hacen precisamente por la edad. ¿Por qué? En el caso de Consuelo, creo que se debe a que la gran diferencia de edad le permite someterse. Mi edad y mi categoría le proporcionan, racionalmente, autorización para entregarse, y la en-trega en la cama no es una sensación desagradable. Pero, al mismo tiempo, la entrega íntima a un hombre mucho mayor aporta a esta clase de joven un tipo de autoridad que no puede tener en una relación sexual con un hombre más joven. Obtiene los placeres de la sumisión y los placeres del dominio. Que un muchacho se someta a su poder... ¿qué significa eso para una criatura tan patentemente deseable? Pero ¿que este hombre de mundo se someta tan sólo por la fuerza de su juventud y su belleza? Haber logrado el interés total, haberse convertido en la pasión devoradora de un hombre inasequible en todos los demás campos, tener acceso a una clase de vida que ella admira y que de otra manera le habría estado vedada... eso es poder, y es el poder lo que ella quiere. No es que el dominio pase consecutivamente de unas manos a otras, sino que el cambio se produce de un modo continuo, no es tanto un cambio como un entrelazamiento. Y ahí se encuentra el origen no sólo de mi obsesión por ella sino de la obsesión que ella experimenta por mí. O así lo supuse al principio, aunque de poco me sirvió el intento de comprender lo que ella se proponía y por qué me enredaba cada vez más en aquella relación.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

PASO DEL TIEMPO Y VEJEZ = ¿Puedes imaginar la vejez? Claro que no. Yo no lo hice, no pude hacerlo, no tenía idea de cómo era. Ni siquiera una falsa imagen: ninguna imagen. Nadie quiere que sea de otra manera. Nadie quiere enfrentarse a nada de esto antes de que deba hacerlo. ¿Cómo van a salir las cosas? Es comprensible que cualquier etapa de la vida más avanzada que aquella en la que uno se encuentra sea inimaginable.


En ocasiones estás en la mitad de la etapa siguiente antes de percatarte de que has entrado en ella. Y, además, las etapas anteriores de la progresión ofrecen sus compensaciones. E incluso así, la zona del medio intimida a mucha gente. Pero ¿y el final? No deja de resultar interesante que sea la primera vez en toda tu vida en que te hallas totalmente fuera mientras estás dentro. Al tiempo que observas continuamente tu decadencia (si eres tan afortunado como yo), en virtud de una vitalidad que no remite te encuentras a considerable distancia de la decadencia, incluso te sientes airosamente al margen de ella. Es inevitable, desde luego, que haya una multiplicación de las señales que conducen a la desagradable conclusión, y no obstante, a pesar de ello, permaneces al margen. Y la fiereza de la objetividad es brutal. Es preciso distinguir entre el morir y la muerte. Si uno está sano y se encuentra bien, el morir es invisible. El fin que es una certidumbre no se anuncia necesariamente de un modo llamativo. No, no puedes entenderlo. Lo único que entiendes acerca de los viejos cuando no eres viejo es que su época los ha marcado. Pero entender sólo eso no hace más que inmovilizarlos en su tiempo, y por ello equivale a no entender en absoluto. Para quienes todavía no son viejos, ser viejo significa que has sido. Pero ser viejo también significa que, a pesar de haber sido, además de haber sido y aunque hayas sido en exceso, sigues siendo. Lo que has sido está muy vivo. Todavía eres, y te obsesiona tanto el ser todavía y su plenitud como el ya haber sido, lo pretérito. Considera la vejez de este modo: que tu vida esté en juego es un hecho cotidiano. Uno no puede eludir el conocimiento de lo que le aguarda dentro de poco. El silencio que le rodeará para siempre. Por lo demás, todo es lo mismo. Por lo demás, uno es inmortal mientras vive. “

“Hasta no hace muchos años existía una manera preconcebida de ser viejo, como existía una manera preconcebida de ser joven. Ya no prevalece ni una ni otra. Ha tenido lugar una gran lucha por lo permisible y se ha dado un gran vuelco. De todos modos, ¿debería un hombre de setenta años involucrarse en el aspecto carnal de la comedia humana? ¿Ser un hombre mayor que rechaza sin disculparse la vida monástica, todavía susceptible de excitarse humanamente? No es ésa la condición simbolizada en otro tiempo por la pipa y la mecedora. Tal vez todavía ofende un poco a la gente quien no se rige por el viejo reloj de la vida. Comprendo que no puedo contar con la consideración virtuosa de otros adultos. Pero ¿qué puedo hacer ante el hecho de que, por lo que puedo decir, no hay nada, absolutamente nada que se apacigüe, por muy viejo que sea uno? “(PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

MORALIDAD: “Por cierto, la moralidad de Consuelo era incongruente. Recuerdo que por entonces George O'Hearn, el poeta, un hombre casado con la misma mujer durante toda su vida, tenía una amiga en el barrio de Consuelo, y él se encontraba allí, en el centro de la ciudad, desayunando con su amiga en una cafetería, y Consuelo, al verle allí, se enfadó. Le reconoció por la foto de la contraportada de un nuevo libro suyo que entonces estaba sobre la mesilla de noche al lado de mi cama, y sabía que yo le conocía. Aquella noche vino a verme. «He visto a tu amigo. A las ocho de la mañana estaba con una chica en un restaurante, besándola... y está casado.» Para esta clase de cosas era de una trivialidad predecible, mientras que actuaba con independencia de las convenciones en su relación con un hombre treinta y ocho años mayor que ella... Como no podía ser de otra manera, en el fondo estaba insegura de sí misma y, en ocasiones, se sentía fuera de lugar; no obstante, le estaba sucediendo algo especial, algo grande, sucedáneo, imprevisto, que halagaba su vanidad y alimentaba su confianza y, por excitante que fuese, no parecía trastornarla (como me sucedía a mí).” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)


SUMERGIDOS EN EL TIEMPO: “El paso del tiempo. Estamos nadando, sumergidos en el tiempo, hasta que al final nos ahogamos y desaparecemos. Esta nadería convertida en un gran acontecimiento, mientras Consuelo está aquí y padece el mayor acontecimiento de su vida. El Gran Final, aunque nadie sabe el final de qué, si es algo, y desde luego nadie sabe qué es lo que comienza. Es una alocada celebración de nadie sabe qué. Sólo Consuelo lo sabe, porque ahora Consuelo conoce la herida de la edad. Envejecer es inimaginable excepto para quien envejece, pero esto ya no es así para Consuelo. Ella no mide ya el tiempo como los jóvenes, mirando atrás, al punto de partida. El tiempo para los jóvenes siempre está constituido por lo pasado, pero en el caso de Consuelo el tiempo es ahora el futuro que le queda, y ella no cree tener ninguno. Ahora mide el tiempo contando hacia delante, contando el tiempo por la proximidad de la muerte. La ilusión se ha roto, la ilusión metronómica, el pensamiento consola-dor de que, tictac, todo sucede a su debido tiempo. Su sentido del tiempo es ahora el mismo que yo tengo, acelerado e incluso más desesperanzado que el mío. De hecho, se me ha adelantado. Porque yo aún puedo decirme: «No voy a morir durante cinco años, tal vez diez años. Estoy en forma, me siento bien, incluso podría vivir veinte más», mientras que ella...

El cuento de hadas más encantador de la infancia es el de que todo sucede en orden. Tus abuelos se van mucho antes que tus pa-dres y éstos mucho antes que tú. Si tienes suerte, las cosas pueden salirte así, la gente envejeciendo y muriendo en orden, de modo que en el funeral mitigas tu dolor pensando que esa persona ha tenido una larga vida. Ese pensamiento no hace que la extinción sea menos monstruosa, pero es el truco que empleamos para conservar intacta la ilusión metronómica y tener a raya la tortura del tiempo: «Fulano ha tenido una larga vida». Pero Consuelo no ha sido afortunada y por ello se sienta a mi lado, condenada a muerte, mientras el jolgorio que dura toda la noche se despliega en la pantalla, una histeria infantil manufacturada que pretende hacer frente al futuro ilimitado de una manera que los adultos maduros, con su melancólico conocimiento de que tienen un futuro muy limitado, no pueden secundar. Y en esta noche demencial nadie puede tener un saber más melancólico que el suyo.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)



miércoles, julio 08, 2009

155. EL NIÑO DEL PIJAMA A RAYAS + APRENDER A PENSAR



TITULO ORIGINAL: The boy in the striped pyjamas
PAIS: Reino Unido / Estados Unidos
DIRECCION: Mark Herman
GUION: John Boyne y Mark Herman, en base a una novela de John Boyne.
ACTORES: Asa Butterfield, Vera Farmiga, David Thewlis, Jack Scanlon, Amber Beattie, Richard Johnson, Shelia Hancock, Rupert Friend, David Hayman, Jim Norton, Cara Horgan.
GENERO: Drama

La película, más allá de la aprobación del ingenioso autor de la novela, no refleja el alma misma del escrito. Porque la novela de JOHN BOYNE es un monólogo permanente de un niño que genera pensamientos, que ata cabos, que saca conclusiones, que trata de ver más allá de los hechos, aunque por su ingenuidad o su ignorancia no logre sacar las conclusiones perfectas, adecuadas.

BRUNO piensa, piensa permanentemente, emite juicio sobre su padre, su madre, su hermana, sus abuelos, sus dos casas, la extraña granja que hay detrás de su nueva casa, su amigo con pijama a rayas, el extraño médico con traje a rayas que ha dejado de ser médico para servir en la casa, los soldados, todo lo que extraño que sucede.

BRUNO es una máquina de pensar, de un pensamiento inquisidor, crítico, que busca y busca. De la misma manera que sueña ser en el futuro explorador de extraños países y continentes, es un explorador del territorio del pensamiento. Todo lo interroga, noto lo maravilla, todo lo saca de su lugar para crearle necesidad de investigar.

La película cuenta la historia, suprime algunas partes y agrega otras, pero sobre todo, le pone una mirada objetiva que registra las acciones de BRUNO, no el pensamiento de BRUNO y allí está la diferencia

Puede ayudar para darle contexto, imágenes, referencias al libro es un excelente instrumento para disparar la capacidad de pensar en todos los seres humanos, especialmente en esos momentos de la vida en que todos los mundos pueden ser descubierto, por una mirada ingenua genera la capacidad de maravillarnos (e interrogarnos) sobre todo lo que nos rodea, sobre el mundo que inauguramos.

Luego, con el paso del tiempo y el acostumbramiento necesario, casi nada nos sobresalta… y se neutraliza la capacidad de pensar, que tanto necesitamos

La historia es simple, aleccionadora porque refleja ese ámbito de ignorancia que pudieron sufrir los que asistieron impávidos a las acciones mas crueles: La película transcurre en 1942. Bruno es un niño de ocho años, hijo de un oficial nazi. Cuando su padre es ascendido, la familia debe abandonar su casa en Berlín y se instala en una región aislada, donde Bruno no tiene con quien jugar. Al llegar, la madre le advierte al pequeño que, bajo ninguna circunstancia, debe ir más allá del jardín de su nuevo hogar.Aburrido y atraído por la curiosidad, un día Bruno decide violar la advertencia de su madre y se dirige hacia lo que cree que es una granja, que se encuentra ubicada junto a su casa. Detrás de una alambrada, Bruno conoce a Shmuel, un chico de su misma edad que viste una especie de pijama de rayas. Poco a poco entablan una amistad, con la alambrada de por medio, mientras Bruno desconoce la realidad que sufre Shmuel y los adultos crean que ambos niños deberían ser enemigos.

ALGUNOS FRAGMENTO DE LA NOVELA ORIGINAL

El INICIO

Una tarde, Bruno llegó de la escuela y se llevó una sorpresa al ver que María, la criada de la familia —que siempre andaba cabizbaja y no solía levantar la vista de la alfombra—, estaba en su dormitorio sacando todas sus cosas del armario y metiéndolas en cuatro grandes cajas de madera; incluso las pertenencias que él había escondido en el fondo del mueble, que eran

suyas y de nadie más.

— ¿Qué haces? —le preguntó con toda la educación de que fue capaz, pues, aunque no le hizo ninguna gracia encontrarla revolviendo sus cosas, su madre siempre le recordaba que tenía que tratarla con respeto y no limitarse a imitar el modo en que Padre se dirigía a la criada—. No toques eso.

María sacudió la cabeza y señaló la escalera, detrás de Bruno, donde acababa de aparecer la madre del niño. Era una mujer alta y de largo cabello pelirrojo, recogido en la nuca con una especie de redecilla.

Se retorcía las manos, nerviosa, como si hubiera algo que le habría gustado no tener que decir o algo que le habría gustado no tener que creer.

—Madre —dijo Bruno—, ¿qué pasa? ¿Por qué María está revolviendo mis cosas?

—Está haciendo las maletas.

—¿Haciendo las maletas? —repitió él, y repasó a toda prisa los días anteriores, considerando si se había portado especialmente mal o si había pronunciado aquellas palabras que tenía prohibido pronunciar, y si por eso lo castigarían mandándolo a algún sitio. Pero no encontró nada. Es más, en los últimos días se había portado de forma perfectamente correcta y no recordaba haber causado ningún problema—.

¿Por qué? —preguntó entonces—. ¿Qué he hecho?

Pero Madre ya había subido a su dormitorio, donde Lars, el mayordomo, estaba recogiendo sus cosas. La mujer echó un vistazo, suspiró y alzó las manos con gesto de frustración antes de volver hacia la escalera. En ese momento Bruno subía, porque no pensaba olvidar el asunto sin haber recibido una explicación.

—Madre —insistió—, ¿qué pasa? ¿Vamos a mudarnos?

—Ven conmigo —dijo ella, señalando el gran comedor, donde la semana anterior había cenado el Furias—.

Hablaremos abajo. Bruno se volvió y bajó la escalera a toda prisa, adelantando a su madre, de modo que ya la esperaba en el comedor cuando ella llegó. La observó un momento en silencio y pensó que aquella mañana se había aplicado mal el maquillaje, porque tenía los bordes de los párpados más rojos de lo habitual, igual que se le ponían a él cuando se portaba mal, se metía en un aprieto y acababa llorando.

—Mira, hijo, no tienes que preocuparte —dijo ella, acomodándose en la silla donde se había sentado la acompañante del Furias, una rubia hermosísima, y desde donde ésta se había despedido de Bruno con la mano cuando Padre cerró las puertas—. Ya verás, de hecho vas a vivir una gran aventura.

—¿Qué aventura? ¿Vais a mandarme a algún sitio?

—No, no te vas sólo tú —repuso ella, y por un instante pareció que quería sonreír—. Nos vamos todos. Tú, Grétel, tu padre y yo. Los cuatro. Bruno arrugó la nariz. No le importaba demasiado que enviaran a Grétel a algún sitio, porque ella era tonta de remate y no hacía más que fastidiarlo, pero le pareció un poco injusto que todos tuvieran que irse con ella.

EL ENCUENTRO

Pero mientras lo pensaba, sus piernas, que no paraban de moverse, lo iban acercando más y más a aquel punto, que entretanto se había convertido en una manchita y empezaba a dar muestras de convertirse en un borrón. Y poco después el borrón se convirtió en una figura. Y entonces, a medida que Bruno se acercaba más, vio que aquella cosa no era ni un punto ni una manchita ni un borrón ni una figura, sino una persona. Y que aquella persona era un niño.

Bruno había leído suficientes libros de aventuras para saber que uno nunca podía estar seguro de qué iba a encontrar. La mayoría de las veces los exploradores tropezaban con algo interesante que sencillamente estaba allí, sin molestar a nadie, esperando a que lo descubrieran (por ejemplo, América). Otras veces descubrían algo que seguramente era mejor dejar en paz (como un ratón muerto en el fondo de un armario). El niño pertenecía a la primera categoría. Estabaallí sentado, sin molestar a nadie, esperando a que lo descubrieran.

Bruno aminoró el paso cuando vio al niño que antes era una figura que antes era un borrón que antes

era una manchita que antes era un punto. Aunque los separaba una alambrada, él sabía que debía tener mucho cuidado con los desconocidos y que siempre era mejor abordarlos con cautela. Así que siguió andando; poco después se encontraban uno frente al otro.

EL FINAL

—Bueno, basta —le dijo a Samuél—. Aquí me voy a resfriar. Tengo que irme a casa. Pero apenas lo dijo, sus pies subieron unos escalones y, sin detenerse, comprobó que ya no se mojaba porque estaban todos amontonados en un recinto largo y sorprendentemente cálido. Debía de estar muy bien construido porque allí no entraba ni una sola gota de lluvia. De hecho, parecía completamente hermético.

—Bueno, menos mal —comentó, alegrándose de haberse librado de la tormenta aunque sólo fuera por unos minutos—. Supongo que esperaremos aquí hasta que amaine y que luego podré marcharme a

casa. Samuél se pegó cuanto pudo a Bruno y lo miró con cara de miedo.

—Lamento que no hayamos encontrado a tu padre —dijo Bruno.

—No pasa nada.

—Y lamento que no hayamos podido jugar, pero lo haremos cuando vayas a visitarme. En Berlín te presentaré a... ¿cómo se llamaban? —se preguntó, y sintió frustración porque se suponía que eran sus tres mejores amigos para toda la vida, pero ya se habían borrado de su memoria. No recordaba ni sus nombres ni sus caras—. En realidad —dijo mirando a Samuél—, no importa que me acuerde o no. Ellos ya no son mis mejores amigos.

Miró hacia abajo e hizo algo poco propio de él: le tomó una diminuta mano y se la apretó con fuerza.

—Tú eres mi mejor amigo —dijo—. Mi mejor amigo para toda la vida.

Es posible que Samuél abriera la boca para contestar, pero Bruno nunca escuchó lo que dijo porque en aquel momento se oyó una fuerte exclamación de asombro de todas las personas del pijama de rayas que habían entrado allí, y al mismo tiempo la puerta se cerró con un resonante sonido metálico.

Bruno arqueó una ceja; no entendía qué pasaba, pero dedujo que tenía que ver con protegerlos de la lluvia para que la gente no se resfriara. Y entonces la larga habitación quedó a oscuras.

Pese al caos que se produjo, de algún modo Bruno logró seguir sujetando la mano de Samuél; no la habría soltado por nada del mundo.

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Después de aquello, nada volvió a saberse de Bruno. Varios días más tarde, después de que los soldados

hubieran registrado exhaustivamente los alrededores y recorrido los pueblos cercanos con fotografías del niño, uno de ellos encontró el montón de ropa y las botas que Bruno había dejado junto a la alambrada. No tocó nada y corrió en busca del comandante. Este examinó el lugar y miró a derecha e izquierda, tal como había hecho Bruno, pero no logró explicarse qué le había pasado a su hijo. Era como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra dejando sólo su ropa.

Madre no regresó a Berlín tan deprisa como había pensado. Se quedó en Áusvich varios meses, esperando noticias de Bruno, hasta que un día, de repente, pensó que quizá su hijo había vuelto a casa solo. Entonces regresó inmediatamente a su antiguo hogar, con la vaga esperanza de encontrarlo sentado en el escalón de la puerta, esperándola.

No estaba allí, por supuesto. Grétel también regresó a Berlín, y pasaba mucho rato a solas en su habitación, llorando, pero no porque había tirado todas sus muñecas y dejado todos sus mapas en Áusvich, sino porque echaba mucho de menos a Bruno.

Padre se quedó en Áusvich un año más y acabó ganándose la antipatía de los otros soldados, a quienes trataba sin piedad. Todas las noches se acostaba pensando en Bruno y todas las mañanas se despertaba

pensando en Bruno. Un día elaboró una teoría acerca de lo que había podido ocurrir y volvió al tramo de alambrada donde un año atrás habían encontrado la ropa de su hijo.

Aquel lugar no tenía nada especial ni diferente, pero Padre exploró un poco y descubrió que la base de la alambrada no estaba bien sujeta al suelo, como en los otros sitios, y que al levantarla dejaba un hueco lo bastante grande para que una persona muy pequeña, quizá un niño, se colara por debajo. Entonces miró a lo lejos y poco a poco fue atando cabos, y notó que las piernas empezaban a fallarle, como si ya no pudieran sostener su cuerpo. Acabó sentándose en el suelo y adoptando casi la misma postura que Bruno había adoptado todas las tardes durante un año, aunque sin cruzar las piernas debajo del cuerpo.

Unos meses más tarde, llegaron otros soldados a Áusvich y ordenaron a Padre que los acompañara, y él fue sin protestar y se alegró de hacerlo porque ya no le importaba lo que le hicieran.

Y así termina la historia de Bruno y su familia. Todo esto, por supuesto, pasó hace mucho, mucho

tiempo, y nunca podría volver a pasar nada parecido. Hoy en día, no.

martes, julio 07, 2009

154. OBEDIENCIA DEBIDA + ACTOS COMPELIDOS


OBEDIENCIA DEBIDA

Aún hoy, el fenómeno de la obediencia extrema a la autoridad en épocas como la del Tercer Reich no se ha terminado de comprender desde un punto de vista científico. Existe una serie de experimentos en el campo de la psicología social, sin embargo, que han examinado el comportamiento de individuos en una situación colectiva y que ha arrojado resultados preocupantes. Uno de los experimentos más famosos se llevó a cabo en 1971, en la prisión de Stanford, que estudió el comportamiento humano en situaciones de encierro. El Experimento Milgram realizado en 1962 por el psicólogo Stanley Milgram estudió la voluntad de gente normal de seguir las instrucciones de figures autoritarias aun en contra de su propia conciencia y principios. Philip Zimbardo, el responsable del experimento de la prisión de Stanford, ha encontrado elementos idénticos entre sus hallazgos y las torturas que recibieron los presos iraquíes en Abu Ghraib.

Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio

STANLEY MILGRAM. THE PERILS OF OBEDIENCE (LOS PELIGROS DE LA OBEDIENCIA. 1974)

ESCUELA Y OBEDIENCIA DEBIDA

¿El éxito del experimento depende de la popularidad y aceptación del profesor? “Desde luego ayuda tener una personalidad carismática. Alguien que realmente sea un líder, con capacidades reales de liderazgo, que pueda persuadir a la gente, a quien los alumnos admiren. Creo que el sistema fascista es tan pernicioso psicológicamente que fácilmente puede reaparecer en cualquier otro sitio y momento. Le das a gente que antes no tenía voz una parcela de responsabilidad. Formas una comunidad. Eliminas las diferencias individuales, dándole a todos la oportunidad de distinguirse. Creo que eso es algo que puede funcionar en cualquier lugar. Especialmente en algo como el sistema escolar, y eso lo sabe cualquiera que haya ido al instituto: están los chicos populares, los líderes sociales, los que están arriba y luego un montón de gente que son más o menos tímidos y en quienes no te fijas. Estoy seguro de que si de repente le das la vuelta a un sistema como ese, ocurriría de nuevo.

Nuestra sociedad se define por el individualismo. ¿Es la necesidad de sobresalir de la multitud lo que hace que un experimento como La Ola sea posible? Cuando era joven, siempre deseaba tener algo con lo que identificarme. Envidiaba a mis padres por haber tenido el movimiento estudiantil de los 60, en el que todos tenían unas metas comunes, intentando cambiar el mundo y todo eso. Crecí en las décadas de los 80 y los 90, cuando ya había miles de movimientos políticos pero sin dirección real. Nada que te excitara realmente. Eso es algo que echaba de menos de veras. Creo que los chicos de hoy se sienten de la misma manera. No podemos definirnos solamente a través de la ropa y la música, creo. Pienso que la gente tiene una necesidad mayor de sustancia, una necesidad que crece más fuerte. La tendencia hacia el individualismo y la atomización completa de la sociedad en grupos muy reducidos no puede seguir indefinidamente. En algún momento se producirá un gran vacío. Ahí es donde reside el peligro de que otro régimen totalitario intente llenar ese vacío.”

DENNIS GANSEL, DIRECTOR DE LA OLA

EXPERIMENTOS SIMILARES: EXPERIMENTO DE STANFORD

Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios y una oferta de una paga de 15 dólares por participar en la “simulación de una prisión”. De los que respondieron, seleccionaron a los 24 más saludables y estables psicológicamente. Los participantes eran estudiantes universitarios y predominaba la raza blanca.

El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”. Este papel se les asignó mediante el lanzamiento de una moneda y no había diferencias objetivas de estatura o complexión entre los dos grupos. Zimbardo (psicólogo encargado del experimento) estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación y la despersonalización de los individuos.

Los guardias recibieron porras y uniformes de inspiración militar, que ellos mismos habían escogido. También se les proporcionaron gafas para impedir el contacto visual.

Los prisioneros debían vestir sólo batas de (sin ropa interior) y sandalias con tacones de goma, escogidos para contribuir a su incomodidad y provocar la desorientación. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres. Estos números estaban cosidos a sus uniformes. Además debían llevar medias de nylon en la cabeza para simular que tenían las cabezas rapadas, a semejanza de los reclutas en entrenamiento para que recordaran continuamente su encarcelación.

El experimento se descontroló rápidamente. Los prisioneros sufrieron—y aceptaron— un tratamiento humillante a manos de los guardias, y muchos mostraban graves trastornos emocionales. El segundo día se desató un motín. Los guardias se prestaron como voluntarios para hacer horas extras y disolver la revuelta, atacando a los prisioneros con extintores sin la supervisión directa del equipo investigador. Se abandonaron rápidamente la higiene y la hospitalidad y se obligó a algunos prisioneros a limpiar retretes con sus manos desnudas y a la práctica de actos homosexuales para incrementar su humillación. Se decidió terminar el experimento prematuramente cuando Christina Maslach (una estudiante) objetó que la "prisión" mostraba unas pésimas condiciones tras ser introducida para realizar entrevistas. Tras apenas seis días, ocho antes de lo previsto, el experimento fue cancelado.

Entre las novelas y películas inspiradas en la historia real de este experimento podemos destacar Black Box del autor alemán Mario Giordano o un documental realizado por la BBC titulado The Experiment



EXPERIMENTO DE MILGRAM

El experimento de Milgram fue una serie de experimentos de psicología social llevados a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale. El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal. A través de anuncios en un periódico de New Haven se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al "estudio de la memoria y el aprendizaje" en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares más dietas. A los voluntarios que se presentaron se les ocultó la realidad de la investigación. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad y con todo tipo de educación. El experimento requiere tres personas: El experimentador (el investigador de la universidad), el "maestro" (el voluntario que leyó el anuncio en el periódico) y el "alumno" (un cómplice del experimentador que se hace pasar por participante en el experimento). El experimentador le explica al participante que tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con descargas eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.

Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante. Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente. En realidad, estas descargas no existen ya que todo es una simulación del alumno con el fin de comprobar a donde llega el ser humano. Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".

El objetivo de este experimento, es observar como es el comportamiento humano ante una autoridad a pesar de estar haciendo daño (aunque esto fuera simulado, el profesor pensaba que era real) a otro ser humano. El experimento está muy bien reproducido en la película de Henri Verneuil titulada "I... como Icaro".