martes, julio 07, 2009

154. OBEDIENCIA DEBIDA + ACTOS COMPELIDOS


OBEDIENCIA DEBIDA

Aún hoy, el fenómeno de la obediencia extrema a la autoridad en épocas como la del Tercer Reich no se ha terminado de comprender desde un punto de vista científico. Existe una serie de experimentos en el campo de la psicología social, sin embargo, que han examinado el comportamiento de individuos en una situación colectiva y que ha arrojado resultados preocupantes. Uno de los experimentos más famosos se llevó a cabo en 1971, en la prisión de Stanford, que estudió el comportamiento humano en situaciones de encierro. El Experimento Milgram realizado en 1962 por el psicólogo Stanley Milgram estudió la voluntad de gente normal de seguir las instrucciones de figures autoritarias aun en contra de su propia conciencia y principios. Philip Zimbardo, el responsable del experimento de la prisión de Stanford, ha encontrado elementos idénticos entre sus hallazgos y las torturas que recibieron los presos iraquíes en Abu Ghraib.

Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio

STANLEY MILGRAM. THE PERILS OF OBEDIENCE (LOS PELIGROS DE LA OBEDIENCIA. 1974)

ESCUELA Y OBEDIENCIA DEBIDA

¿El éxito del experimento depende de la popularidad y aceptación del profesor? “Desde luego ayuda tener una personalidad carismática. Alguien que realmente sea un líder, con capacidades reales de liderazgo, que pueda persuadir a la gente, a quien los alumnos admiren. Creo que el sistema fascista es tan pernicioso psicológicamente que fácilmente puede reaparecer en cualquier otro sitio y momento. Le das a gente que antes no tenía voz una parcela de responsabilidad. Formas una comunidad. Eliminas las diferencias individuales, dándole a todos la oportunidad de distinguirse. Creo que eso es algo que puede funcionar en cualquier lugar. Especialmente en algo como el sistema escolar, y eso lo sabe cualquiera que haya ido al instituto: están los chicos populares, los líderes sociales, los que están arriba y luego un montón de gente que son más o menos tímidos y en quienes no te fijas. Estoy seguro de que si de repente le das la vuelta a un sistema como ese, ocurriría de nuevo.

Nuestra sociedad se define por el individualismo. ¿Es la necesidad de sobresalir de la multitud lo que hace que un experimento como La Ola sea posible? Cuando era joven, siempre deseaba tener algo con lo que identificarme. Envidiaba a mis padres por haber tenido el movimiento estudiantil de los 60, en el que todos tenían unas metas comunes, intentando cambiar el mundo y todo eso. Crecí en las décadas de los 80 y los 90, cuando ya había miles de movimientos políticos pero sin dirección real. Nada que te excitara realmente. Eso es algo que echaba de menos de veras. Creo que los chicos de hoy se sienten de la misma manera. No podemos definirnos solamente a través de la ropa y la música, creo. Pienso que la gente tiene una necesidad mayor de sustancia, una necesidad que crece más fuerte. La tendencia hacia el individualismo y la atomización completa de la sociedad en grupos muy reducidos no puede seguir indefinidamente. En algún momento se producirá un gran vacío. Ahí es donde reside el peligro de que otro régimen totalitario intente llenar ese vacío.”

DENNIS GANSEL, DIRECTOR DE LA OLA

EXPERIMENTOS SIMILARES: EXPERIMENTO DE STANFORD

Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios y una oferta de una paga de 15 dólares por participar en la “simulación de una prisión”. De los que respondieron, seleccionaron a los 24 más saludables y estables psicológicamente. Los participantes eran estudiantes universitarios y predominaba la raza blanca.

El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”. Este papel se les asignó mediante el lanzamiento de una moneda y no había diferencias objetivas de estatura o complexión entre los dos grupos. Zimbardo (psicólogo encargado del experimento) estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación y la despersonalización de los individuos.

Los guardias recibieron porras y uniformes de inspiración militar, que ellos mismos habían escogido. También se les proporcionaron gafas para impedir el contacto visual.

Los prisioneros debían vestir sólo batas de (sin ropa interior) y sandalias con tacones de goma, escogidos para contribuir a su incomodidad y provocar la desorientación. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres. Estos números estaban cosidos a sus uniformes. Además debían llevar medias de nylon en la cabeza para simular que tenían las cabezas rapadas, a semejanza de los reclutas en entrenamiento para que recordaran continuamente su encarcelación.

El experimento se descontroló rápidamente. Los prisioneros sufrieron—y aceptaron— un tratamiento humillante a manos de los guardias, y muchos mostraban graves trastornos emocionales. El segundo día se desató un motín. Los guardias se prestaron como voluntarios para hacer horas extras y disolver la revuelta, atacando a los prisioneros con extintores sin la supervisión directa del equipo investigador. Se abandonaron rápidamente la higiene y la hospitalidad y se obligó a algunos prisioneros a limpiar retretes con sus manos desnudas y a la práctica de actos homosexuales para incrementar su humillación. Se decidió terminar el experimento prematuramente cuando Christina Maslach (una estudiante) objetó que la "prisión" mostraba unas pésimas condiciones tras ser introducida para realizar entrevistas. Tras apenas seis días, ocho antes de lo previsto, el experimento fue cancelado.

Entre las novelas y películas inspiradas en la historia real de este experimento podemos destacar Black Box del autor alemán Mario Giordano o un documental realizado por la BBC titulado The Experiment



EXPERIMENTO DE MILGRAM

El experimento de Milgram fue una serie de experimentos de psicología social llevados a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale. El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal. A través de anuncios en un periódico de New Haven se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al "estudio de la memoria y el aprendizaje" en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares más dietas. A los voluntarios que se presentaron se les ocultó la realidad de la investigación. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad y con todo tipo de educación. El experimento requiere tres personas: El experimentador (el investigador de la universidad), el "maestro" (el voluntario que leyó el anuncio en el periódico) y el "alumno" (un cómplice del experimentador que se hace pasar por participante en el experimento). El experimentador le explica al participante que tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con descargas eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.

Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante. Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente. En realidad, estas descargas no existen ya que todo es una simulación del alumno con el fin de comprobar a donde llega el ser humano. Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".

El objetivo de este experimento, es observar como es el comportamiento humano ante una autoridad a pesar de estar haciendo daño (aunque esto fuera simulado, el profesor pensaba que era real) a otro ser humano. El experimento está muy bien reproducido en la película de Henri Verneuil titulada "I... como Icaro".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el articulo, muchos saludos desde Argentina!