viernes, julio 17, 2009

156. ROTH + ANIMAL MORIBUNDO


El hombre que envejece es también un animal moribundo, alguien que sabe con certeza que está más cercano de la muerte, pero que no quiere renunciar a todos los llamados de la vida que golpea con la misma fuerza, la misma pasión de siempre. Hay como una lucha interior entre el hombre que fue y el hombre que es, entre las fuerzas de siempre y el declinar de las posibilidades. Es un juego maravilloso al que sólo algunos se atreven. PHILIP ROTH a través de las confesiones del profesor que ha quedado definitivamente enamorado de la joven alumna CONSUELO y de un historia mínima, su micro-historia se permite desarrollar una serie de temas y problemas propios de la antropología de nuestros días, tiempo en que caen las certezas y se vuelven líquidas las convicciones.

TITULO = “¿No fue Yeats quien lo dijo? «Con-sume mi corazón; enfermo de deseo / Y atado a un animal moribundo / No sabe lo que es.» Yeats. Sí. «Prendido en esa música sensual», y así sucesivamente.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)


RELACIONES LIQUIDAS = “Elena es oftalmóloga, ¿sabes? Ascendió desde el fondo de la clase obrera gracias a una perseverancia inmensa. «La vida te desconcierta», me dijo, «te conviertes en una persona que se protege mucho a sí misma y te dices: "A hacer puñetas". Es una pena, pero pierdes los ánimos. Algunos de esos hombres son más atractivos que la media. Educados. La mayoría de ellos se ganan bien la vida, pero nunca me atraen. ¿Por qué resultan tan aburridos? Tal vez me aburran porque yo soy aburrida». Y siguió contándome: «Los tipos van a buscarte en buenos coches. BMW, por ejemplo. Música clásica durante el trayecto. Te llevan a restaurantes pequeños y agradables, y yo me paso la mayor parte del tiempo ahí sentada, pensando: "Por favor, Señor, tengo ganas de irme a casa". Quiero hijos, quiero una familia, quiero un hogar, pero aunque tengo los recursos emocionales y físicos necesarios para pasarme seis, siete u ocho horas en pie en la sala de operaciones, ya no los tengo para esta humillación. Por lo me nos, algunos de ellos me encuentran impresionante». «¿Por qué no habrían de hacerlo? Eres especialista de la retina. Eres cirujano ocular. Evitas que la gente se quede ciega.» «Lo sé. Me refiero a ser rechazada de plano», replicó ella. «No estoy hecha para eso.» «Nadie lo está», le dije, pero eso no pareció ayudarla. «Lo he intentado razonablemente», me dijo, un poco llorosa, «¿no es cierto, David? Diecinueve citas». «Dios mío, incluso más que razonablemente», respondí.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

AMOR Y JUEGOS DE PODERES = “Verás, creo que Consuelo percibió en mí una versión, a la que ella podía poseer, del refinamiento de su familia, de ese pasado aristocrático irrecuperable que es más o menos mítico para ella. Un hombre de mundo. Una autoridad del mundo cultural. Su profesor. Es cierto que a la mayoría de la gente le horroriza la diferencia de edad, pero eso es precisamente lo que atrae a Consuelo. La rareza erótica es lo único que denota la mayoría de la gente, y lo denotan como repugnancia, como una farsa repugnante. Pero mi edad tiene una gran importancia para Consuelo. Estas muchachas no se relacionan con viejos caballeros a pesar de la edad, sino que se sienten atraídas por la edad, lo hacen precisamente por la edad. ¿Por qué? En el caso de Consuelo, creo que se debe a que la gran diferencia de edad le permite someterse. Mi edad y mi categoría le proporcionan, racionalmente, autorización para entregarse, y la en-trega en la cama no es una sensación desagradable. Pero, al mismo tiempo, la entrega íntima a un hombre mucho mayor aporta a esta clase de joven un tipo de autoridad que no puede tener en una relación sexual con un hombre más joven. Obtiene los placeres de la sumisión y los placeres del dominio. Que un muchacho se someta a su poder... ¿qué significa eso para una criatura tan patentemente deseable? Pero ¿que este hombre de mundo se someta tan sólo por la fuerza de su juventud y su belleza? Haber logrado el interés total, haberse convertido en la pasión devoradora de un hombre inasequible en todos los demás campos, tener acceso a una clase de vida que ella admira y que de otra manera le habría estado vedada... eso es poder, y es el poder lo que ella quiere. No es que el dominio pase consecutivamente de unas manos a otras, sino que el cambio se produce de un modo continuo, no es tanto un cambio como un entrelazamiento. Y ahí se encuentra el origen no sólo de mi obsesión por ella sino de la obsesión que ella experimenta por mí. O así lo supuse al principio, aunque de poco me sirvió el intento de comprender lo que ella se proponía y por qué me enredaba cada vez más en aquella relación.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

PASO DEL TIEMPO Y VEJEZ = ¿Puedes imaginar la vejez? Claro que no. Yo no lo hice, no pude hacerlo, no tenía idea de cómo era. Ni siquiera una falsa imagen: ninguna imagen. Nadie quiere que sea de otra manera. Nadie quiere enfrentarse a nada de esto antes de que deba hacerlo. ¿Cómo van a salir las cosas? Es comprensible que cualquier etapa de la vida más avanzada que aquella en la que uno se encuentra sea inimaginable.


En ocasiones estás en la mitad de la etapa siguiente antes de percatarte de que has entrado en ella. Y, además, las etapas anteriores de la progresión ofrecen sus compensaciones. E incluso así, la zona del medio intimida a mucha gente. Pero ¿y el final? No deja de resultar interesante que sea la primera vez en toda tu vida en que te hallas totalmente fuera mientras estás dentro. Al tiempo que observas continuamente tu decadencia (si eres tan afortunado como yo), en virtud de una vitalidad que no remite te encuentras a considerable distancia de la decadencia, incluso te sientes airosamente al margen de ella. Es inevitable, desde luego, que haya una multiplicación de las señales que conducen a la desagradable conclusión, y no obstante, a pesar de ello, permaneces al margen. Y la fiereza de la objetividad es brutal. Es preciso distinguir entre el morir y la muerte. Si uno está sano y se encuentra bien, el morir es invisible. El fin que es una certidumbre no se anuncia necesariamente de un modo llamativo. No, no puedes entenderlo. Lo único que entiendes acerca de los viejos cuando no eres viejo es que su época los ha marcado. Pero entender sólo eso no hace más que inmovilizarlos en su tiempo, y por ello equivale a no entender en absoluto. Para quienes todavía no son viejos, ser viejo significa que has sido. Pero ser viejo también significa que, a pesar de haber sido, además de haber sido y aunque hayas sido en exceso, sigues siendo. Lo que has sido está muy vivo. Todavía eres, y te obsesiona tanto el ser todavía y su plenitud como el ya haber sido, lo pretérito. Considera la vejez de este modo: que tu vida esté en juego es un hecho cotidiano. Uno no puede eludir el conocimiento de lo que le aguarda dentro de poco. El silencio que le rodeará para siempre. Por lo demás, todo es lo mismo. Por lo demás, uno es inmortal mientras vive. “

“Hasta no hace muchos años existía una manera preconcebida de ser viejo, como existía una manera preconcebida de ser joven. Ya no prevalece ni una ni otra. Ha tenido lugar una gran lucha por lo permisible y se ha dado un gran vuelco. De todos modos, ¿debería un hombre de setenta años involucrarse en el aspecto carnal de la comedia humana? ¿Ser un hombre mayor que rechaza sin disculparse la vida monástica, todavía susceptible de excitarse humanamente? No es ésa la condición simbolizada en otro tiempo por la pipa y la mecedora. Tal vez todavía ofende un poco a la gente quien no se rige por el viejo reloj de la vida. Comprendo que no puedo contar con la consideración virtuosa de otros adultos. Pero ¿qué puedo hacer ante el hecho de que, por lo que puedo decir, no hay nada, absolutamente nada que se apacigüe, por muy viejo que sea uno? “(PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

MORALIDAD: “Por cierto, la moralidad de Consuelo era incongruente. Recuerdo que por entonces George O'Hearn, el poeta, un hombre casado con la misma mujer durante toda su vida, tenía una amiga en el barrio de Consuelo, y él se encontraba allí, en el centro de la ciudad, desayunando con su amiga en una cafetería, y Consuelo, al verle allí, se enfadó. Le reconoció por la foto de la contraportada de un nuevo libro suyo que entonces estaba sobre la mesilla de noche al lado de mi cama, y sabía que yo le conocía. Aquella noche vino a verme. «He visto a tu amigo. A las ocho de la mañana estaba con una chica en un restaurante, besándola... y está casado.» Para esta clase de cosas era de una trivialidad predecible, mientras que actuaba con independencia de las convenciones en su relación con un hombre treinta y ocho años mayor que ella... Como no podía ser de otra manera, en el fondo estaba insegura de sí misma y, en ocasiones, se sentía fuera de lugar; no obstante, le estaba sucediendo algo especial, algo grande, sucedáneo, imprevisto, que halagaba su vanidad y alimentaba su confianza y, por excitante que fuese, no parecía trastornarla (como me sucedía a mí).” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)


SUMERGIDOS EN EL TIEMPO: “El paso del tiempo. Estamos nadando, sumergidos en el tiempo, hasta que al final nos ahogamos y desaparecemos. Esta nadería convertida en un gran acontecimiento, mientras Consuelo está aquí y padece el mayor acontecimiento de su vida. El Gran Final, aunque nadie sabe el final de qué, si es algo, y desde luego nadie sabe qué es lo que comienza. Es una alocada celebración de nadie sabe qué. Sólo Consuelo lo sabe, porque ahora Consuelo conoce la herida de la edad. Envejecer es inimaginable excepto para quien envejece, pero esto ya no es así para Consuelo. Ella no mide ya el tiempo como los jóvenes, mirando atrás, al punto de partida. El tiempo para los jóvenes siempre está constituido por lo pasado, pero en el caso de Consuelo el tiempo es ahora el futuro que le queda, y ella no cree tener ninguno. Ahora mide el tiempo contando hacia delante, contando el tiempo por la proximidad de la muerte. La ilusión se ha roto, la ilusión metronómica, el pensamiento consola-dor de que, tictac, todo sucede a su debido tiempo. Su sentido del tiempo es ahora el mismo que yo tengo, acelerado e incluso más desesperanzado que el mío. De hecho, se me ha adelantado. Porque yo aún puedo decirme: «No voy a morir durante cinco años, tal vez diez años. Estoy en forma, me siento bien, incluso podría vivir veinte más», mientras que ella...

El cuento de hadas más encantador de la infancia es el de que todo sucede en orden. Tus abuelos se van mucho antes que tus pa-dres y éstos mucho antes que tú. Si tienes suerte, las cosas pueden salirte así, la gente envejeciendo y muriendo en orden, de modo que en el funeral mitigas tu dolor pensando que esa persona ha tenido una larga vida. Ese pensamiento no hace que la extinción sea menos monstruosa, pero es el truco que empleamos para conservar intacta la ilusión metronómica y tener a raya la tortura del tiempo: «Fulano ha tenido una larga vida». Pero Consuelo no ha sido afortunada y por ello se sienta a mi lado, condenada a muerte, mientras el jolgorio que dura toda la noche se despliega en la pantalla, una histeria infantil manufacturada que pretende hacer frente al futuro ilimitado de una manera que los adultos maduros, con su melancólico conocimiento de que tienen un futuro muy limitado, no pueden secundar. Y en esta noche demencial nadie puede tener un saber más melancólico que el suyo.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)



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