miércoles, diciembre 10, 2008

128. JULIEN OFFRAY DE LA METTRIE + LA VOLUPTUOSIDAD DEL SABER Y DE LA FILOSOFIA



“La voluptuosidad de los sentidos, por mas agradable y cara que sea, por más elogios que le hayan tributado (…), tan sólo tiene un goce que es su tumba. Si el placer perfecto no lo mata definitivamente, necesita cierto tiempo para resucitar. ¡Qué diferentes son los recursos de los placeres del espíritu! Cuanto más se aproxima uno a la verdad, mas encantadora la encuentra. No sólo su goce aumenta los deseos, sino que se goza ya desde que se intenta gozar. Se goza mucho tiempo, y sin embargo más de prisa que la velocidad del rayo. ¿Hay que sorprenderse si la voluptuosidad del espíritu es tan superior a la de los sentidos, como el espíritu al cuerpo? ¿No es el espíritu el primero de los sentidos, y como la reunión de todas las sensaciones? ¿No convergen allí todas, como otros tantos rayos a un centro que los produce?
No indaguemos más, por qué encantos invencibles un corazón, que el amor a la verdad inflama, se halla de pronto transportado, por así decir, a un mundo mas bello, donde goza placeres dignos de los dioses. De todas las atracciones de la naturaleza, la más fuerte es la de la Filosofía. ¡Qué mayor gloria que la de ser conducido a su templo por la razón y la sabiduría! ¡Hay conquista más halagadora que la tener sumisos a todos los espíritus!

Pasemos revista a todos los objetos de estos placeres desconocidos para las almas vulgares. ¿Qué belleza o qué magnitud no poseen? El tiempo, el espacio, el infinito, la tierra, el mar, el
firmamento, todos los elementos, todas las ciencias, todas las artes, todo forma parte de este género de voluptuosidad. Demasiado contraída en los límites de un mundo, ésta imagina un millón de ellos. La naturaleza entera es su alimento, y la imaginación su triunfo. Entremos en algún detalle.

Tan pronto es la poesía como la pintura, la música o la arquitectura, el canto o la danza, las que hacen experimentar a los entendidos placeres arrebatadores. (…) Voltaire no puede contener el llanto ante su Mérope
[1], por sentir el valor de la obra y de la actriz. Vos habéis leídos sus escritos: ¿en las manos y en la memoria de quien no están?

Cuando un gran pintor habla de pintura, ¿qué elogios no le prodiga? Adora su arte, lo pone por encima de todo, y duda de que se pueda ser feliz sin ser pintor, porque está encantado de su profesión.

¿Quién no ha sentido los mismos transportes que el Padre Malebranche, al leer algunos pasajes de los poetas trágicos, griegos, ingleses, franceses, o ciertas obras filosóficas? (…) Si se experimenta una especie de entusiasmo en traducir y desarrollar las ideas de otro, ¿qué debe ser si se piensa por sí mismo? ¿En qué consiste desarrollar esta generación, este parto de ideas que produce el gusto por la naturaleza y por la búsqueda de la verdad? Cómo describir este acto de la voluntad o de la memoria, por el cual al alma se reproduce de alguna manera, al juntar una idea con otro signo semejante, para que de su semejanza y como de su unión nazca una tercera. (…)

Los placeres de los sentidos mal regulados pierden toda su vivacidad y dejan de ser placeres. Los del espíritu se les parecen hasta cierto punto. Precisa suspenderlos para agudizarlos. En, el estudio tiene su éxtasis como el amor. Si se me permite decirlo, es una catalepsia o inmovilidad del espíritu, que parece separado por abstracción de su propio cuerpo y de todo lo que le rodea, para entregarse por entero a lo que persigue. A fuerza de sentir, nada siente. Tal es el placer que se experimenta tanto al buscar como la hallar la verdad.

(…)

Si el estudio es un placer de todas las edades, de todos los lugares, de todas las estaciones y de todos os momentos. ¿En quién no ha provocado Cicerón el ansia de hacer la dichosa experiencia? (…) ¡Qué placer ver todos los días con los propios ojos y por las propias manos, crecer y formarse una obra que encantará a los siglos venideros e incluso a los contemporáneos. (…)
¿Por qué ensalzar tanto los placeres del estudio? ¿Quién ignora que es un bien que no lleva consigo el hastío o las inquietudes de otros bienes, un tesoro inagotable, el mas seguro contraveneno del cruel hastío, que pase y viaja con nosotros y, en una palabra, nos sigue por todas partes? ¡Dichoso el que ha roto la cadena de todos sus prejuicios!

(…)

La primera utilidad de las ciencias consiste pues en cultivarlas, lo que ya es un bien real y sólido. ¡Dichoso quien tiene afición por el estudio! Mas dichoso aun quien a través de él logra liberar al espíritu de sus ilusiones, y al corazón de su vanidad, meta deseable a la que vos habéis sido conduce ido en una edad una tierna por las manos de la sabiduría; mientras tantos pedantes, tras medio siglo de vigilias y trabajos, mas encorvados por el fardo de los prejuicios que por el del tiempo, parecen haberlo aprendido todo salvo pensar. Ciencia rara en verdad, sobre todo en los sabios, pese a que debiera ser al menos el fruto de todas las demás. A esta sola ciencia me he dedicado desde la infancia, juzgad señor, si he triunfado, y que este homenaje a mi amistad sea eternamente grado a la vuestra”.

AL SEÑOR HALLER, PROFESOR DE MEDICINA EN GOTTINGA. Por eso La Mettrie señala específicamente entre los saberes y la ciencia, a la medicina: “El médico es el único filósofo que merece bien de su patria; aparece como los hermanos de Elena en las tempestades de la vida. Su sola vista calma la sangre, devuelve la paz a un alma agitada y hace renacer la dulce esperanza en el corazón de los desdichados mortales. Anuncia la vida y la muerte, como un astrónomo predice un eclipse. Cada cual tiene su antorcha que le ilumina.”




JULIEN OFFRAY DE LA METTRIE: EL HOMBRE MAQUINA


NORO JORGE EDUARDO
norojorge@gmail.com

[1] Tragedia escrita por VOLTAIRE en 1744, sobre un clásico de la antigüedad griega. Voltaire la escribe después de la prohibición sufrida por su obra MAHOMA o DEL FANATISMO.

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