martes, junio 24, 2008

105. COMENIO, CAMPANELLA, ANDREAE + IMAGENES


“Otra de las críticas más mordaces que realizan los educadores de esos siglos (XV - XVI), se dirige al empleo inadecuado de la memoria, su reducción a las repeticiones mecánicas carentes de significado que constituían la práctica que se había apoderado de las escuelas medievales, cuyo síntoma más evidente es la concepción de la lectio. Esto planteaba la exigencia de propiciar nuevas formas de articulación entre el saber y la memoria. Aristóteles es muy claro al respecto: ubica la memoria antes del saber, como fase inicial dada por el reconocimiento del pasado, y después de la expresión del saber, como rememoración de la experiencia que se había aprendido y depositado en la memoria, pero siempre con el carácter de función subordinada a la estructuración y apropiación del conocimiento; es decir, no como función autónoma, con valor por sí misma.
De tal modo, una de las búsquedas de los educadores de la época se dirige a idear subsidios para la memoria, que agilicen los procesos de enseñanza: figuras dibujadas, símbolos algebraicos, cifras y caracteres, lenguajes de diversos tipos, son algunas de las propuestas que, al referirse al desarrollo de la memoria artificial -eficaz apoyo para la memoria dada por la naturaleza a cada ser humano-, se inscriben en el programa renovador de la escuela, con el propósito de almacenar debidamente la información pertinente y no saturarla innecesariamente. "La imaginación y la memoria, repletas de cosas sensibles, no captan ni retienen con igual facilidad todas las cosas. Deben, pues, ser ayudadas" (Comenio, 1992. p. 253). Particularmente novedosa, resulta la propuesta de emplear las imágenes con fines didácticos, que es el caso de lis libros de Comenio.
Al respecto, el autor recoge las tradiciones del arte de la memoria, en las que se había formado, y traslada algunos de los principios de la pedagogía cristiana al ámbito de la escuela; asimismo, expresa la influencia que sobre él ejercieron algunos utopistas de los siglos anteriores. Me refiero a Campanella y a Andreä y su propósito de exponer el conocimiento a la vista de todos:
(1) Campanella recorre las siete murallas concéntricas de la ciudad del sol y nos muestra sus paredes interiores y exteriores, pintadas con figuras, como si se tratase de un libro: La Sabiduría hizo adornar las paredes interiores y exteriores, inferiores y superiores, con excelentes pinturas que en admirable orden representan todas las ciencias [...]. Hay Maestros dedicados a explicar las pinturas, los cuales acostumbran a los niños a aprender todas las ciencias sin esfuerzo y como jugando [...]
(2) Andreä, a su vez, divide la ciudad-fortaleza de artesanos en cuatro zonas, y asigna a cada una de ellas un grupo de edificios en los que se realizan actividades específicas: Existe un edificio especial dedicado a la disección y a la anatomía, y por todas partes hay cuadros que ayudan a enseñar y a estudiar. En el laboratorio de historia natural, las paredes están pintadas con ilustraciones de los fenómenos allí estudiados, con representaciones de animales, peces, piedras preciosas, etc. (Andreä, 1619)
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(3) Comenio se apropia de estas enseñanzas y las aplica a la escuela: además de los libros de textos, reportará gran utilidad que el contenido de los libros se reproduzca en las paredes de la clase, ya los textos (con enérgica concisión), ya dibujos de imágenes o emblemas que continuamente impresionen los sentidos, la memoria y el entendimiento de los discípulos. Los antiguos nos refieren que en las paredes del templo de Esculapio se hallaron escritos los preceptos de toda la medicina que transcribió Hipócrates al visitarlo.
El fundamento para apelar a los sentidos a través de la imagen también lo aporta Aristóteles a partir del debate en torno al problema de la sensación, la imaginación y el pensamiento; de la relación entre alma sensitiva e intelectiva: "Nihil est in intellectu quod non prior fuerit in sensu" ("No existe nada en el intelecto que no haya estado previamente en los sentidos"). La doctrina aristotélica ubica el último fundamento del conocimiento en los sentidos y, particularmente, en las sensaciones. Muchos de los fundamentos del Orbis pictus se sustentan aquí: [...] debe ser regla de oro para los que enseñan que todo se presente a cuantos sentidos sea posible. Es decir, lo visible a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al olfato, al gusto lo sabroso y al tacto lo tangible; y si alguna cosa pudiera ser percibida por diversos sentidos, ofrézcase a todos ellos [...]. Puesto que los sentidos son los fidelísimos proveedores de la memoria, la dicha demostración sensual dará por resultado la perpetuidad del conocimiento; esto es, que lo que cada cual sepa, lo sepa con constancia (Comenio, 1988. p. 110).

Finalmente, el gusto por las imágenes que trasluce la obra remite a la sensibilidad y a la imaginación características del hombre barroco, solamente que con una particularidad: están filtradas por los ojos del pensador procedente de la región de los reformadores. Se trata de representaciones más cercanas "a la razón que describe la realidad", y en esa misma medida, más lejanas "a la emotividad que tiñe con la fuerza de las diversas tonalidades". Tal vez este tratamiento de las imágenes más racional manifiesta, en parte, aquella forma de iconoclastia interior, cercana a la mentalidad de la Iglesia Reformada, particularmente, a la austeridad del calvinismo; no obstante, algunas de las figuras que nos presenta Comenio tienen la huella barroca patente en la afición a la expresión de lo espiritual en formas sensibles que, además de ser motivo de deleite, incidan en la persistencia visual de los contenidos e influyan en el comportamiento moral, como es el caso de la representación emblemática de las virtudes.” (AGUIRRE LORA Ma. Esther: Enseñar con textos e imágenes. Comenio. México.

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